El caso de Jean-Pierre Deffieux “Un caso no tan raro” se ubica en la discusión sobre los casos inclasificables de la clínica psicoanalítica. Es un caso que al igual que el freudiano del Hombre de los lobos, cuestiona las clasificaciones y pone en el centro del debate el valor del diagnóstico en psicoanálisis. Tomando la orientación de Enrique Acuña en su texto “Desclasificar. Un destino para lo singular”, se trata con este caso de “captar la singularidad que desclasifica la identidad de los nombres sobre las cosas”, dando cuenta del pasaje “de la clasificación al diagnóstico como juicio singular”.
Cuando J-P Deffieux recibe a B., recibe también un diagnóstico de “neurosis histérica”. Deffieux presenta el caso justamente a partir de la ambigüedad diagnóstica: neurosis narcisista, borderline, perturbación del humor, histeria. Sin embargo, lejos de quedar entrampado en el saber de la doctrina (como obtención de un diagnóstico en términos de lo universal) Deffieux escucha a B. en los detalles de su discurso: llama su atención la simpatía de este hombre y una excesiva cortesía junto al despliegue de una “queja repetida”: se encuentra detenido en la vida, no tiene voluntad, “no tengo energía”. Esta frase que bien podría ser una metáfora cotidiana para indicar cierta posición depresiva, “una frase banal”, señala para Deffieux algo más: “cuando B llegó, era un joven encantador con una presentación histérica, y eso habría podido seguir así durante años. Fue necesario recoger pequeños indicios, plantearle preguntas, conducirlo poco a poco a decir más. La mayor parte del tiempo decía una palabra y la abandonaba durante varias semanas, y era necesario que yo retomara para intentar ver de qué se trataba. Cuando vino la primera vez y cuando soltó “no tengo energía”, no me dijo nada (…) Luego, con el correr del tiempo tuvo un sueño, sueños recurrentes en los que no tenía energía. Esto me llamó la atención, insistí verdaderamente sobe ese punto y terminó por decirme un día que él tenía una teoría sobe el alma, el pensamiento y el cuerpo. Evidentemente de inmediato presté mucha atención”.
Es decir: el detalle de la frase “no tengo energía” puesto en serie con los sueños, pone en duda el diagnóstico de neurosis y abre la posibilidad de pensar en una psicosis. “A partir del segundo encuentro con B. casi tenía la certeza de que no se trataba de un neurótico”. Hay otros datos que se suman también: el relato de un cuerpo que no obedece a nadie (adelgazamiento abrupto 5 años antes de la consulta sin una explicación consistente) y el relato de una escena traumática ocurrida a los 8 años (la golpiza y la frase “de ningún modo sé si sentí dolor”).
Sin embargo, este caso “no tan raro” es raro en el sentido de poner en tensión las dos clínicas que se desprenden de la enseñanza de Lacan: la clínica continuista, la clínica del síntoma definida en los años 70 a partir del RSI y el sinthome, y la clínica discontinua, la clínica definida a partir de los años 50 con el Nombre del Padre donde Lacan diferencia las estructuras neurosis/psicosis/perversión. Como dice Enrique Acuña en el trabajo mencionado: “La continuista sería aquella que no hace tanto caso a la fijeza de la estructura cual realismo de las estructuras (discontinua), sino que se inclina a ubicar un detalle de arreglo o anudamiento en una suerte de nominalismo de lo particular, y ahí encuentra el Constructivismo”. El caso que presenta Deffieux demuestra bien cómo a partir de un detalle señalado por el analista, es posible ubicar a este sujeto del lado de la psicosis, aunque no definida por la forclusión del Nombre del Padre sino por un anudamiento sintomático. “El sujeto solo dejará entrever lo que constituye la singularidad de sus anudamientos sintomáticos si el analista lo encamina hacia ese lugar, si lo acompaña en ese descubrimiento. Si el analista piensa para este sujeto en la neurosis, el sujeto conservará su ‘traje’ de neurótico: en el mejor de los casos no pasará nada, no podrá atraparse nada del inconsciente; en el peor, una interpretación tocará inoportunamente el anudamiento precario que el analista descubrirá en ese momento”.
Los anudamientos que señala el analista son cuatro ordenados en dos momentos:
1) la regla paterna y la artesanía (los 2 funcionan hasta los 35 años), valorizados por la preocupación por el bien y hacer el bien.
2) luego del corte con la regla paterna (abandono) y el final de una relación amorosa narcisista (homosexualidad y exhibicionismo), aparecen dos anudamientos nuevos: un fenómeno psicosomático en el cuerpo (psoriasis) y “una discreta metáfora delirante”.
Deffieux recibe a B en el contexto del segundo momento.
¿Cómo se define este tipo de anudamiento desde la clínica continuista o borromea? En la Conversación posterior a la presentación de casos, la Conversaciónde Arcachon, J-A Miller propone pensar en la generalización del Nombre del Padre a partir de un punto de basta: “el punto de basta del que se trata es menos un elemento que un sistema, un anudamiento, un aparato que hilvana, engancha”. El detalle de este anudamiento, la metáfora delirante que se arma a partir del “no tengo energía” y que se completa con “el destello de vida”, es que se sostiene sin el apoyo del Nombre del Padre -no hay en este caso un desencadenamiento en el sentido en que Lacan lo define en la clínica del Nombre del Padre El seminario, libro 3 aunque sí pueda pensarse como un desenganche (desenganche de la exhortación paterna, desenganche del otro sexo)-. Sin embargo, el síntoma como anudamiento es equivalente al Nombre del Padre.
¿Cómo lo demuestra Deffieux? Lo demuestra après-coup con el envío de una postal de parte de B al analista, diez meses después de haber concluido el tratamiento. “Me envía una carta de felicitación para Navidad, en la que me participa, discreta y alusivamente, del punto en el que estamos en la reconciliación de nuestro ‘destello de vida’”. En la Conversaciónde Arcachon, Deffieux lo aclara aun más: “Es preciso saber que el mismo pintó la tarjeta. Tiene un fondo azul oscuro, hay un sol en una esquina y una luna en la otra. Y escribió un texto largo en el que me explica su delirio como nunca antes lo había hecho. Señala que el fondo azul es el desierto”. Pero el dato más relevante de este argumento es que da cuenta de cómo el analista forma parte del caso: “fue bajo transferencia como elaboró un delirio rico que elevó a la dignidad del síntoma”, “fue bajo transferencia como poco a poco desplegó su teoría energética de Dios”, hasta llegar incluso a formar parte del delirio bajo la figura de “Déf(ier D)ieu” (desafiar a Dios). Aquí aparece el caso como construcción del analista, en el sentido en que lo desarrolla E. Acuña en otro texto “La construcción entre lo universal y lo particular”. Deffieux no se apresura a incluir a este hombre en el “universal clasificatorio” sino que con la hipótesis de la causa del caso se orienta por el detalle de una frase, que se reitera hasta en los sueños “no tengo energía” como una singularidad que escapa a la clasificación. “La mostración de ese elemento irreductible es lo que permite hablar de un exemplum, no en el sentido de algo que sirve para todos los casos, sino algo que tiene validez sólo para ese caso solitario”. Entiendo que en este caso “no tan raro” el síntoma como anudamiento se apoya en esa frase enigmática que el analista se ofrece a escuchar, con la hipótesis de que allí hay algo más que una frase banal, apoyado en la evidencia de un cuerpo “que no obedece a nadie”, en una sexualidad que “descansa esencialmente en la exhibición de su cuerpo desnudo y del cuerpo del otro”, en las rupturas sucesivas de estudios y trabajo y fundamentalmente en la escena infantil donde se sitúa el abandono del cuerpo y un padre legislador que “sabe que es bueno para su hijo, pero no responde a su llamado”.
Entonces, el detalle “no clasificable” de este caso no es lo que nos desorienta en el conjunto de los inclasificables, sino más bien lo que nos orienta al poner en primer plano “la singularidad” que descompleta lo universal del diagnóstico y que permite encontrar en lo particular de los dichos del paciente, un frase enigmática sobre la cual se despliega “en transferencia” con el analista un delirio consistente.
Fátima Alemán:Lic. en Psicología. Miembro e integrante del Consejo de Gestión de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata. Coordinadora del Escritorio clínica “Valores éticos y estéticos del psicoanálisis”. Docente de la Facultad de Psicología, de la UNLP.
E-Mail: fataleman@gmail.com
*Escrito a partir de la intervención en la Jornada de Apertura 2011 de la APLP, titulada “Lo que no hace clase –Del hombre de los lobos a un inclasificable-”, que se llevó a cabo el día 18 de marzo de 2011 en la Biblioteca de la Provincia.
Bibliografía
-Miller J-A y otros: Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 1999.
-Acuña, E.: Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas, Edulp, La Plata, 2009
-Acuña, E.: “La construcción entre lo universal y lo particular”, Microscopia nº 89, APLP.