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PRAGMA – INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA EN PSICOANÁLISIS

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La inhibición en Viena (*)

Fátima Alemán

En la doctrina del psicoanálisis, el concepto de inhibición acompaña a la obra freudiana desde sus comienzos, tomando distintas acepciones según el uso. En el Manuscrito A encontramos a la inhibición de la función sexual como factor etiológico de la neurastenia; en la explicación de los síntomas histéricos, aparece la inhibición de representaciones penosas contrastantes; en la Carta 52, la transcripción-recuerdo resulta ser un medio para inhibir el desprendimiento de displacer (salvo el recuerdo de un suceso sexual, que se presenta como no-inhibible); en el decurso del pensamiento normal, el desarrollo de afecto puede inhibir el pensar mismo; en el Manuscrito G, la melancolía es definida por Freud como “una inhibición psíquica con empobrecimiento pulsional, y dolor por ello”; y finalmente, como broche de oro, la concepción del yo en el Proyecto que, por involucrar a la inhibición de los procesos psíquicos primarios, se convierte en inhibición del yo. Dice Freud: “Mientras el afán del yo tiene que ser librar sus investiduras por el camino de la satisfacción, ello sólo puede acontecer influyendo él sobre la repetición de vivencias de dolor y de afectos, por el siguiente camino, que en general se define como el de la inhibición. Está claro, entonces, que el concepto de inhibición se acerca por diversas vías al tratamiento del espinoso tema de la defensa. Se podría decir que la concepción neurofisiológica del yo por parte de Freud anticipa en cierta forma el desarrollo posterior de “el yo y sus mecanismos de defensa”. La inhibición es ya una barrera frente a los procesos excitatorios primarios.

Ahora bien, haciendo un salto cronológico y tomando como paradigma el texto del año 1926, nos encontramos con que la inhibición es definida en una línea similar a la de los primeros textos, pero con un término nuevo: la función. En el primer apartado de Inhibición, síntoma y angustia, la inhibición expresa para Freud “una limitación funcional del yo”, que, a diferencia del síntoma, no involucra un proceso patológico y permanece dentro de los límites de la normalidad.

Allí mismo Freud distingue cuatro funciones sujetas a inhibiciones: la función sexual, la alimentación, la locomoción y el trabajo profesional. La inhibición sexual masculina toma cuatro formas: impotencia psíquica, falta de erección, eyaculación precoz y falta de eyaculación; la inhibición sexual femenina o frigidez se da esencialmente en la histeria y al igual que el asco mantienen un estrecho vínculo con la angustia. La inhibición alimenticia es el anticipo de lo que hoy se conoce como bulimia y anorexia, mientras que las inhibiciones especializadas pueden presentarse en distintos tipos clínicos: histeria, fobia y neurosis obsesiva.

Esta descripción fenomenológica del amplio conjunto de las inhibiciones yoicas no es lo único que aporta Freud sobre el tema. En seguida introduce la cuestión de la causa, para decir que allí podemos encontrar una diversidad, asociada a la función comprometida. Pero la causa última es siempre de índole sexual: “la función yoica de un órgano se deteriora cuando aumenta su erogenidad, su significación sexual”. Salimos entonces del terreno fisiológico y entramos de lleno al campo semántico. Este es el salto freudiano que le da a la inhibición un estatuto significante que rebasa la concepción orgánica. Existe una limitación funcional del yo, una precaución posible. Es un hecho constatable. Pero el psicoanálisis justamente por poner en tensión el par inhibición/síntoma va más allá de una explicación en términos de excitación/inhibición (estimulo/respuesta).

El síntoma es el arreglo que sobrepasa los dominios funcionales del yo: “es un índice y sustituto de una satisfacción pulsional interceptada, es un resultado del proceso represivo”. Por eso Freud dirá que la inhibición puede convertirse en síntoma, pero no al revés. La inhibición es un intento por evitar una represión, pero si la función limitada no alcanza (y aquí entramos en el problemático terreno de la explicación económica) la sustitución por vía significante toma su relevo. Freud lo ilustra muy claramente con el caso del pequeño Hans: el niño se rehúsa a andar por la calle, es decir, existe una clara inhibición.

Pero eso no es todo. La causa de esta limitación yoica es la presencia de la angustia ante el caballo. El síntoma se configura cuando dicha angustia toma el valor de un “miedo al caballo”: el caballo puede morderlo. Aquí tenemos el ejemplo de una inhibición que se ha trasmudado en síntoma.

Resumiendo: Freud parte de una concepción neurofisiológica de la inhibición que obedece a los lineamientos generales de su Proyecto de psicología, en términos de una defensa contra una excitación inadecuada. Veremos (más adelante) que esta vía no está lejos de la que emprende en Rusia. Pavlov y su teoría de los reflejos condicionados. Pero Freud atiende la significación que está en juego en el proceso defensivo, y descubre allí el valor patognomónico de la sexualidad. La vía del síntoma como formación del inconsciente lo ubica en el fructífero campo del psicoanálisis. La defensa psíquica no es una respuesta fisiológica como la huida de la mano frente al fuego; la defensa actúa frente a una significación de orden sexual, que no necesariamente aparece con tanta claridad como en las neurosis actuales, pero donde está siempre presente una erogenización del cuerpo.

(*) Texto difundido en el Foro clínico Actualización en Inhibición, síntoma y angustia, el día 9 de febrero de 2006

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