Freud y las clasificaciones. La función del diagnóstico (*)

En psicoanálisis, al diagnosticar, asistimos a una doble operación: por un lado, clasificamos, cuando ubicamos a cada uno en el conjunto con otros por sus semejanzas; por otro, desclasificamos, cuando lo retiramos de cualquier conjunto por sus diferencias.

Pero, ¿cómo procedió Freud, en tanto creador del psicoanálisis, al momento de diagnosticar?, ¿qué lo orientaba, ya que de él dependió la construcción de doctrina?

Para comenzar diremos que esto es algo variable en Freud, es decir, que según el momento teórico en el que se encontrara dirá cosas diferentes.

Algo familiar es quizás el hecho de que a Freud lo orientaba la clínica, es decir, procede según el método hipotético deductivo, donde el argumento abductivo permite, por medio de la producción de hipótesis descubrir una causa, propiciar el proceso de “invención”, de “descubrimiento” del conocimiento.

El argumento abductivo es aquél en el que el enlace entre las premisas y la conclusión es de tipo hipotético, es una manera de obtener una generalización sin certeza positiva. Según esta última observación, podríamos decir que la abducción es el camino por el cual transita Freud cuando se conduce desde la observación detallada del fenómeno sintomático singular, a la invención del tipo clínico.

Tres operaciones

En 1894 Freud manejaba la siguiente nosología:

–          Neuropsicosis de defensa: Ubicaba aquí, la Histeria, la Neurosis Obsesiva, la Confusión alucinatoria.

–          Neurosis Actuales: Ubicaba aquí, la Neurastenia y la Neurosis de angustia.

Estas últimas estaban construidas sobre un modelo fisiológico del proceso sexual, es decir que ligaba la causa de las mismas a un estado del sistema nervioso que se adquiere por una masturbación excesiva o frecuentes poluciones y el factor de la contención o la satisfacción incompleta como el coitus interruptus. – “La sexualidad en la etiología de las neurosis 1898”-         

–          En el prologo a Inhibición, Síntoma y Angustia, de 1926, Strachey muestra cómo Freud, a la altura de esa obra ya no concibe la angustia como libido trasmudada, sino como una reacción frente a situaciones de peligro. La angustia como reacción directa y automática ante una situación traumática, es una vivencia de desvalimiento del yo frente a una acumulación de excitación, sea de origen externo o interno que aquel no puede tramitar. La angustia señal es la respuesta del yo a la amenaza de una situación traumática, amenaza que constituye una situación de peligro (estos tienen como característica común el implicar la separación o pérdida de un objeto amado, o la pérdida de su amor).

Respecto el aparato psíquico: Primera tópica

En 1896 Freud le envía una carta (52) a Fliess donde dice estar trabajando en el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se ha generado por estratificación sucesiva. De tiempo en tiempo, el material preexistente de huellas mnémicas experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una retrascripción.

Freud se explicaba la peculiaridad de las psiconeurosis, por el hecho de no producirse trascripción para ciertos materiales. Se establece como base la tendencia a la nivelación cuantitativa. Cada reescritura posterior inhibe a la anterior y desvía de ella el proceso excitatorio. La denegación de la traducción es aquello que clínicamente se llama “represión”. La misma se vería motivada por el desprendimiento de displacer que generaría una trascripción.

El aparato psíquico en este punto teórico de Freud se rige por el principio de placer. En las Neuropsicosis de defensas, Freud propone el término Histeria de defensa, por oposición al de histeria hipnoide y a la de retención.

Primera operación

Se desprende de la causa innata (disposición innata, según Janet), liga la causa al mundo de las representaciones.

Al respecto, dice Freud que los pacientes por él analizados, gozaban de salud psíquica hasta el momento en que sobrevino un caso de inconciliabilidad en su vida de representaciones: se presentó a su yo una vivencia, un afecto tan penoso, que la persona decidió olvidarla.

La tarea de olvidar no se logra. Esto lleva a diversas reacciones patológicas: histeria, o representación obsesiva, o una psicosis alucinatoria.

Tratar como “no acontecida” la representación inconciliable, es directamente insoluble para el yo. Equivale a una solución aproximada de esta tarea, lograr convertir esta representación intensa en una débil, arrancarle el afecto, la suma de excitación que sobre ella gravita. Entonces esa representación débil, dejará de plantear totalmente exigencias al trabajo asociativo, pero la suma de excitación divorciada de ella tiene que ser aplicada a otro empleo.

En la histeria, el modo de volver inocua la representación inconciliable es trasponer a lo corporal la suma de excitación. Para lo cual Freud propone el nombre de conversión.

En la carta 52 a Fliess, liga la representación inconciliable a lo sexual, en tanto dice que hay solo un caso para el cual la inhibición no basta: si A, cuando era actual, desprendió cierto displacer, y al despertar desprende un displacer nuevo, el recuerdo se comporta en tal caso como algo actual y ello solo es posible en sucesos sexuales.

En la carta 46, lo dice de esta manera: el despertar de un recuerdo sexual de una época anterior en otra posterior aporta a la psique un excedente sexual, se torna no inhibible.

Hasta aquí es histérico aquel sujeto que posea la actitud a la conversión.

Ahora bien, si la capacidad convertidora no esta presente, no obstante para defenderse de una representación inconciliable el sujeto emprende el divorcio entre ella y su afecto, es fuerza que ese afecto permanezca en el ámbito psíquico. La representación queda segregada de la conciencia, en cambio su afecto se liga a otras representaciones, en sí no inconciliables, que en virtud de ese “enlace falso” devienen representaciones obsesivas.

Por otra parte, existe una modalidad defensiva, mucho más enérgica y exitosa, que consiste en que el yo desestima la representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación nunca hubiera comparecido. Sólo que en el momento en que se ha conseguido esto, la persona se encuentra en una psicosis que no admite otra clasificación que “confusión alucinatoria”.

Segunda operación

En 1896, en “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, Freud liga la causa a traumas sexuales de la niñez temprana. Su contenido tiene que consistir en una efectiva irritación de los genitales. Agrega además, que en la histeria hay pasividad sexual en períodos presexuales, y que esta vivencia generó displacer.

Por otra parte, la causa es en dos tiempos: no son las vivencias mismas las que poseen efecto traumático, sino sólo su reanimación como recuerdo, después que el individuo ha ingresado en la madurez sexual, ya que la pubertad aumenta la capacidad de reacción del aparato sexual. Esta condición inversa entre vivencia real y recuerdo parece tener la condición patológica de una represión.

En la neurosis obsesiva, ya no se trata de una pasividad sexual, sino de unas agresiones ejecutadas con placer y de una participación que se sintió placentera en actos sexuales, se trata de una actividad sexual.Liga los autoreproches obsesivos a retornos de lo reprimido de una acción sexual realizada con placer.

Habla de la paranoia, dice que también hubo algo en relación a un placer experimentado, pero este placer, en lugar de retornar como autoreproche es proyectado hacia fuera. Al proyectarse el reproche, aparece la desconfianza en el otro y las ideas delirantes de perjuicio.

Tanto en la paranoia, como en la confusión alucinatoria hay algo que es rechazado hacia fuera. Entonces, ante el encuentro con la representación inconciliable, la misma es rechazada o se produce un divorcio entre representación y afecto. O sea que aquí tenemos las estructuras. Ante un nuevo encuentro, se reanima el recuerdo, que no es inhibible, y tenemos el síntoma, el tipo clínico.

Tercera operación

Segunda tópica.

Nosología Freudiana:

1- Psiconeurosis narcisistas: demencia precoz – Esquizofrenia.

2-Neurosis de transferencia: Histeria de angustia y de conversión. Neurosis obsesiva.

En este punto, Freud ya había escrito su Metapsicología, y sus Escritos técnicos.

Recordemos que la división entre psiconeurosis narcisistas y neurosis de transferencia, se debía al hecho de que en las primeras había una oposición sujeto – objeto. La libido quitada del objeto no busca un nuevo objeto, sino se recoge en el yo, se resignan las investiduras de objeto, se reproduce un narcisismo primitivo. Por lo tanto, hay incapacidad para la transferencia.  Encontramos aquí uno de los motivos por los cuales Freud considera inanalizable la psicosis. Mientras que en las neurosis de transferencia, existe la capacidad para la transferencia, la cual se aprovecha terapéuticamente, lo cual presupone una imperturbada investidura de objeto.

1923–24, en “Neurosis y Psicosis”, liga los criterios de clasificación a las respuestas del yo, al modo en que cada una de las instancias se relacionan entre sí.Dicho artículo es la aplicación de su segunda tópica.Dirá que la neurosis es el resultado de un conflicto entre el yo y el ello, mientras que la psicosis es un conflicto entre el yo y su mundo exterior.

La neurosis se genera porque el yo no quiere dar trámite motor a una moción pulsional pujante en el ello, el yo se defiende de ella mediante el mecanismo de la represión. Lo reprimido se revuelve contra ese destino formando el síntoma, el yo continúa la lucha contra este que amenaza su unicidad del mismo modo en que se defendió de la moción pulsional primera.

En la psicosis el motivo de ruptura con el mundo exterior es una grave frustración (denegación) de un deseo por parte de la realidad, una frustración que pareció insoportable.

Entonces el efecto patógeno estará dado por lo que haga el yo en una situación conflictiva: si permanece fiel a su vasallaje hacia el mundo exterior y procura sujetar al ello (neurosis), o si es avasallado por el ello y así se deja arrancar de la realidad (psicosis).

En “La pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis”, plantea que habría pérdida de realidad en la neurosis y en la psicosis, no obstante trabaja el hecho de que en la neurosis se desvaloriza la alteración objetiva, no se quiere saber nada de ella, reprimiendo la exigencia pulsional. Mientras que la reacción psicótica consistiría en desmentir la realidad objetiva.

Tanto neurosis como psicosis poseen como segundo paso un intento de reparación de la realidad. Por lo tanto, Neurosis y Psicosis se diferenciarían más en el primer paso, el introductorio, que en el segundo, posterior intento de reparación. Dice Enrique Acuña en su artículo “Desclasificar -un no destino para lo singular”, que Miller en la discusión de los Inclasificables de la clínica analítica, presenta una clínica continuista, centrada en la pragmática de las estabilizaciones, se inclina a ubicar un detalle de arreglo o anudamiento, en una suerte de nominalismo de lo particular. Una clínica discontinuista, donde se observan los cortes de un caso, fijeza de la estructura, realismo de las estructuras. Clínicas que no se oponen sino que se complementan. Entonces:

·        El Universal: realismo de la estructura.

·        Lo Particular: el nominalismo del síntoma.

·        Lo Singular: (x)

Con esto podemos hipotetizar que Freud en la construcción de sus criterios diagnósticos partiría de un nominalismo, de lo particular, en tanto maneja más bien tipos clínicos: histeria, obsesión, confusión alucinatoria. Es decir, no opera de entrada con las estructuras. Lo que trata de universalizar, son criterios que dependerán del momento teórico en el que se encuentra.

Por otra parte, hasta aquí, tenemos, como dice Inés García Urcola, en su artículo “Criterios para la clasificación Diagnóstica”, una equiparación entre exterior y realidad externa, una división interno/externo. Luego, habrá un universal que es el encuentro con la sexualidad. Para ello Freud tuvo que abandonar la teoría de la seducción, descubrir la sexualidad infantil, plantear el Complejo de Edipo y el de Castración, conceptualizar las protofantasías. Con ello considero que rompe con el criterio que homologa: externo a realidad objetiva, en tanto hay algo fantaseado (no real) que posee valor causal.

Entonces, en el interjuego entre lo Universal del encuentro con la sexualidad y lo Particular, del modo en que cada quien responde a ese encuentro, hay un singular que se resiste a ser clasificado: el sujeto.

Por último, tenemos que considerar el problema de si orientan, aún hoy, los criterios nosológicos freudianos.

Primero:Desde el psicoanálisis, nos enfrentamos al doble interjuego de ligar, a aquel que viene a vernos a una clase – construir una hipótesis orientativa-, que es a su vez un modo de constatar la teoría, un modo de hacer existir el psicoanálisis; pero sabiendo también que todo lo que sabemos previamente no sirve para “este” nuevo caso, es más, que la posibilidad de que surja algo imposible de clasificar es a partir  que esa premisa de “abandonar el saber previo” opere.

Segundo:un síntoma, según J.-A. Miller, se compone por dos ejes, el del mensaje y el del goce. El primero estaría ligado a la envoltura formal del síntoma, la significación social del Otro de la época, de eso que vengo a contar. Lo segundo es un singular a aislar. Siempre hay algo de lo viejo en lo nuevo. Por lo tanto, se podría pensar en una actualidad de los criterios freudianos, envueltos por significantes de la época.

Tercero:no perder de vista que la operación analítica es una desclasificación. Decíamos el destino será aislar el real en juego.

Enrique Acuña, en el artículo ya citado, lee en Ian Hacking, en su libro ¿La construcción social de qué?, donde este plantea el problema de las “clases indiferentes”, que no cambian a pesar de que se las nombre, como los quarks, las rocas, etc., y las “clases interactivas”, en donde entre el agente que nombra y el objeto nombrado, hay una interferencia con el nombre, que hace que el individuo clasificado cambie sus conductas y propiedades y obliga a modificar la clasificación por un efecto bucle. Siempre hay algo que resiste la clasificación.

Entonces, en toda construcción de clase hay un poder configurador del lenguaje. De este modo las clasificaciones podrán ir al infinito. Hacking, se refiere a lo que Nelson Goodman llama “el nuevo problema de la inducción”: éste muestra que siempre que alcanzamos alguna conclusión general a partir de la evidencia de sus muestras particulares, podríamos alcanzar una conclusión opuesta usando las mismas reglas de inferencia, pero con diferentes preferencias en la clasificación.

Entonces la diferencia del psicoanálisis con la medicina, por ejemplo, está en el tratamiento de lo real por lo simbólico, en tanto la dirección es hacia lo real en juego, conducir hacia ese punto “inclasificable”.

Lorena Danieluk: Presidente de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones (APM), docente de la Delegación Posadas del Instituto Oscar Masotta (Argentina)

* Trabajo presentado el 16 de mayo de 2009. Museo Provincial Yaparí. Posadas- Misiones. Instituto Oscar Masotta (I.O.M.) 1° Jornadas del Litoral – Hacia el Bicentenario- “Psicoanálisis: Principios y Finalidades.”.

Texto publicado en Revista Conceptual -Estudios de psicoanálisis– nro. 10

Bibliografía

– Acuña E., García Urcola, María Inés y Ale, Marcelo: Desclasificar. Función del diagnóstico en psicoanálisis. Cuadernos de psicoanálisis N° 2. La Plata. Noviembre 2003.

– Freud, S.: Publicaciones prepsicoanalíticas y manuscritos inéditos en vida de Freud. T. I. (1886 – 1899). Amorrortu Editores.

– Freud, S.: Primeras publicaciones psicoanalíticas. (1893 – 1899). T. III. Amorrortu Editores.

– Freud, S.: Trabajos sobre metapsicología. (1914- 1916). TXIV. Amorrortu Editores.

– Freud, S.: El yo y el Ello. (1923 – 1925). T. XIX. Amorrortu Editores.

– Freud, S.: Inhibición, Síntoma y Angustia. (1926 – 1925). T XX. Amorrortu Editores.

– Stiglitz, Gustavo: (compilador). DDA, ADD, ADHD, Como ustedes quieran. El mal real y la construcción social. Grama Ediciones, 2006.

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