Lacan en el año 72, en su seminario Aún, se preguntaba si era posible dar un concepto analítico de la vida y contesta que «no sabemos qué es el ser viviente, excepto que es un cuerpo, eso se goza». Para el psicoanálisis, entonces lo que conocemos del viviente es su cuerpo y un cuerpo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo -como ya lo planteara en el 66- en la conferencia que dio sobre Psicoanálisis y medicina. Allí Lacan diferenciaba el cuerpo cartesiano, que se caracteriza simplemente por su dimensión de extensión, de un cuerpo «gozante».
Recordemos que la operación de Descartes fue descomponer la unidad del viviente en cuerpo y alma, reduciendo el cuerpo a ser una substancia extensa, a una materia que puede ser dividida, movida de todos los modos posibles -dirá- para conocerla. El cuerpo, entonces, para Descartes se explica por principios matemáticos.
Lacan afirmará que para poder pensar al cuerpo como una substancia extensa, como un cuerpo máquina, plausible de fragmentación es necesario desunirlo, separarlo del goce. Sólo de ese modo se lo puede someter a las operaciones, someterlo a su fragmentación. J.-A.Miller ejemplifica, esta fragmentación, con las operaciones de transplante y la donación de órganos que esto trajo aparejado.( en Biología Lacaniana y acontecimiento del cuerpo)
La medicina científica opera, entonces, sobre un cuerpo -máquina, herencia del dualismo cartesiano, desentendiéndose del cuerpo histérico que viene a mostrar con sus síntomas conversivos, que el cuerpo está habitado por palabras y goce.
Cuando nos remitimos a Freud, y a sus comienzos, lo que hayamos es justamente su encuentro con estas histéricas aquejadas de síntomas en su cuerpo, padecimientos que desconcertaban a la medicina en tanto no respondían a causas orgánicas, ni respetaban los datos de la anatomía.
Un texto freudiano que trata esta problemática es Perturbaciones psicógenas de la visión según el psicoanálisis de 1910. Según el psicoanálisis dice Freud en el título, ya que va a partir haciendo mención a otra teoría contemporánea a él: la de la Escuela Francesa (integrada por Charcot, Binet y Janet). Estos autores reconocían una causalidad ligada a las palabras, a las representaciones psíquicas: había descubierto que los síntomas se podían provocar artificialmente vía la hipnosis. Por lo tanto consideraban los síntomas histéricos como efectos de una autosugestión por parte del paciente, causada, posibilitada por una condición: los pacientes presentaban una tendencia a la disociación de la conciencia, es decir a la disociación entre las representaciones psíquicas. Estos pacientes sufrían de una desconexión entre sus representaciones. La causa se encontraba en este déficit asociativo: un grupo de representaciones se disociaba quedando no accesible a la conciencia, tenía el carácter de inconsciente.
¿Qué crítica hace Freud a esta teoría? Lo cito: «El Psa acepta también las hipótesis de la disociación y de lo inconsciente, pero establece entre ellos una distinta relación. (…) refiere la vida anímica a un juego de fuerzas que se favorecen o estorban unas a otras. Cuando un grupo de representaciones permanece encerrado en lo inconsciente, (el Psa) no deduce de ello una incapacidad constitucional para la síntesis (que se manifiesta en la disociación) sino que afirma que una oposición activa de otros grupos de representaciones ha producido el aislamiento y la inconsciencia del primer grupo» A esta operación la llama represión. Allí ubica el mecanismo de la represión, en manos del grupo de representaciones concientes al que llama yo.
Qué produce esa represión?
Freud contestará «la significación de las pulsiones en la vida anímica». Cada pulsión intenta imponerse, avivando para ello, las representaciones que le son adecuadas. Las pulsiones no se muestran compatibles unas con otras y sus intereses muchas veces entran en conflicto. Por lo tanto la oposición entre las representaciones no es sino la expresión de la lucha entre pulsiones.
El concepto de pulsión, en Freud, es un concepto fundamental, lo define como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático, marca la línea fronteriza entre ambas instancias, en tanto la pulsión tiene su fuente en lo somático, en la excitación corporal localizada en un órgano, y su moción se manifiesta en la vida anímica vía las representaciones. Es decir, la pulsión convierte la excitación corporal en moción psíquica. Es algo que viene de adentro del organismo, de lo que el sujeto no puede huir, por lo tanto fuerza el trabajo del aparato psíquico, que debe permitir o reprimir su satisfacción.
Freud explicó siempre la lucha pulsional, esto es una invariante en él, por la oposición entre dos grupos de pulsiones con intereses divergentes; es lo que llamamos: dualismo pulsional. En este texto, opone las pulsiones de autoconservación o yoicas, a las pulsiones sexuales. Esto produce que los mismos órganos estén al servicio tanto de unas pulsiones como de las otras.
«La boca sirve para besar tanto como para comer y comunicarse mediante el habla; los ojos no perciben solamente las modificaciones del mundo exterior, importantes para la conservación de la vida, sino también las propiedades de los objetos que los elevan al rango de objeto de elección amorosa.» Freud señala entonces que cualquier órgano del cuerpo tiene la posibilidad de conducirse como un órgano genital, es decir tener una función erógena.
Pero aclara que cuando un órgano está al servicio de una de estas funciones más se rehusa a servir a la otra. Dice: «es muy difícil servir bien simultáneamente a dos amos». Dicho de otro modo, la erogenización de un órgano puede alterar el funcionamiento del mismo, modificando al cuerpo- organismo.
Otro dato importante que señala es que el grupo de las pulsiones sexuales, está conformado por pulsiones parciales que tienen sus fuentes en diferentes regiones del cuerpo y por lo tanto que se satisfacen independientemente unas de otras. Es decir que este cuerpo erógeno, gozante no forma un todo, una unidad, sino que por el contrario es un cuerpo disgregado, fragmentado por el goce. El cuerpo está hecho para gozar, para obtener satisfacción pulsional, pero por zonas, no como un todo. Volvemos así a encontrarnos con un cuerpo fragmentado pero ahora por las pulsiones y sus objetos.
Entonces, vemos que Freud establece una relación entre pulsión y representación. La pulsión está detrás de las representaciones y les da vida, al menos, a las que le sirven para sus propósitos, y estas se someten a sus fines. Pero además con la teoría del dualismo pulsional nos enfrentamos a la existencia de dos cuerpos: uno que sirve a las pulsiones del yo, a la supervivencia del cuerpo individual, a la autoconservación del individuo. Estas pulsiones ordenan las representaciones con tal fin y ese saber domina generalmente al cuerpo. Y el cuerpo erógeno, por otro lado, que responde al mandato de las pulsiones sexuales y cuyos fines son la satisfacción sexual. Este cuerpo se adecua mal al cuerpo orgánico, en tanto el dominio pulsional sexual no está organizado como un todo, como señalaba hace un momento: las pulsiones sexuales no necesitan de su coordinación para su satisfacción. Por lo tanto tenemos por un lado el cuerpo orgánico, que responde a la supervivencia y donde los órganos funcionan coordinadamente entre si. Y el cuerpo erógeno, fragmentado, múltiple que desoye y se opone al régimen de unificación que parte y que quiere imponer el yo. (con su función de síntesis)
Para concluir: Freud encuentra en el trastorno histérico de la visión, por un lado un fenómeno de palabra, en sus términos, de representaciones (lucha y represión de algunas de ellas); y por otro lado, que el efecto de la represión ejercida por el yo, lo que genera es la emancipación del órgano fuera de su dominio. Una función vital, como es la visión, es sustraída a las funciones del organismo, queda fuera del servicio de la vida individual, para convertirse en el soporte de un goce, «generando una infracción al funcionamiento normal» como dice J.-A. Miller en Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo.
Así un mismo organismo debe sostener dos cuerpo: el cuerpo que Lacan llamó orgánico: aquel que sabe lo que necesita para sobrevivir y otro, el cuerpo libidinal, el cuerpo-goce, que se presenta como desregulado, disgregado y en donde se introduce la represión y sus consecuencias: el síntoma.