Lacan dictó un seminario en el año 70-71 que llamó De un discurso que no fuera del semblante, para plantear la pregunta ¿hay un discurso que no sea ficcional? No lo hay, no podemos hacer una crítica a la ficción puesto que no hay más que eso. El punto es si hay real y si hay ¿qué real es? Ese es el punto en que nos deja la enseñanza de Lacan: ¿hay algo real puesto en juego en el psicoanálisis? dado que no hay discurso que no sea du semblant -prefiero el término en francés porque apariencia siempre evoca que habría algo que no sería apariencia-.
¿Hay alguna otra cosa que las ficciones que construyen las palabras? Pero tenemos que hablar de ficciones jurídicas. No podemos criticar en eso, la institución jurídica, porque como cualquier institución es un discurso.
Simplemente el psicoanálisis verifica las particularidades de cada institución. Creo que alguna vez he comentado que yo aprendí lo que son las ficciones jurídicas viendo “La ley y el orden” siempre me llamó la atención el nombre ¿por qué los policías son la ley y los juicios son el orden? En principio los policías son la ley porque cuando detienen a alguien lo hacen en nombre de la ley, ellos encarnan eso que dice la ley; pero el juicio también encarna de alguna manera el derecho. Encontré una definición de derecho que dice: “el derecho es la ciencia de las leyes para regir, dominar y hacer obedecer”, por eso se trata de un orden.
La serie se divide en dos partes, en la primer parte hay un delito y la policía hace lo necesario para atrapar al delincuente, y en la segunda parte asistimos al juicio. En el juicio lo que verificamos es que no se trata de descubrir la verdad de lo que sucedió, porque eso es imposible, se trata de qué argumentos utilizar en el margen de lo que establece la ley, para si uno es defensor salvar a su defendido, y si uno es fiscal meter en prisión al delincuente. A tal punto no se trata de eso, que aunque el fiscal tenga la confesión del criminal, si eso no se ajusta a derecho, la confesión no se considera. Ahí se ve bien que no se trata de la verdad del crimen, sino que se trata de un procedimiento, de una institución de la ley que obedece a normas, reglas, a los modos como definimos las cosas.
Por eso quisiera enmarcar esta conversación bajo un aspecto que encontré hace mucho en J.-A. Miller y que corresponde a un seminario del año 1998, donde dice: El futuro del psicoanálisis depende del modo en que cada uno interpreta su síntoma. Es grave enunciarlo así ya que, si todo el mundo interpreta su síntoma según el cognitivismo, el psicoanálisis desaparece del mapa. Es decir, con qué ficción cada uno interpreta su síntoma.
Por eso me pareció interesante un pequeño texto que encontré por azar y me llamó la atención por los nombres que pone en juego, de alguien que no es psicoanalista, y que como introducción de su texto pone una cita del Fedro que dice: (Las cuatro formas del delirio inspirados por los dioses): Sócrates…Pero el hecho es que entre nuestros bienes, los mas grandes son aquellos que recibimos por intermedio de un delirio del que ciertamente nos dota un don divino. En efecto, tanto la profetisa de Dedos como las sacerdotisas de Dodoma, es en su estado de delirio que han hecho a la Helade, privada y públicamente, muchos beneficios evidentes, en tanto que, en el de cordura, pocos o ninguno.
Aquí se trata de que lo que se recibe de los dioses, se interpreta como un delirio. La otra cita es de Sacase G., según mi traducción: “de acuerdo, pero ¿qué tienen que ver los juristas con el cerebro?”; aquí el mensaje no es de los dioses sino del cerebro. Tenemos dos interpretaciones completamente distintas de un hecho: o lo interpretamos como algo que viene del cerebro o lo interpretamos como un delirio inspirado no se sabe de qué dioses. Este señor es un amigo nuestro que se despidió de este mundo hace poco, Enrique Marí quien escribió un texto, hace unos años, vuelto a publicar en una revista y se llama “Modos de acceso, a la articulación entre derecho y psicoanálisis”. Me interesó, les voy a plantear brevemente lo que dice.
El primer planteo es si la interdisciplina sirve o no sirve, y él dice que algunos están de acuerdo, otros que no. En general, nombra unos detractores ilustres, como Carnap por ejemplo, habla de los del Círculo de Viena, Althusser, (quien primero no creía en la interdisciplina y después sí). Marí menciona un autor que cree en la interdisciplina, Pierre Legendre, en un libro viejo del año 70 que se llama “El amor del censor, ensayo sobre el orden dogmático”, Legendre estaba entre los no analistas de la Escuela freudiana de París y, como aclara Roudinesco, Lacan jamás publicaba un libro de sus discípulos pero hizo publicar este libro de Legendre. Es decir, a Lacan le gustó el libro aunque no haya en él ninguna obsecuencia (Lacan es mencionado una sola vez a pesar de que analiza la obra de Freud en detalle).
Qué dice Marí de lo que dice Legendre nos interesa para ver diferentes modos de leer un libro, según los intereses de cada uno.
Primero dice algo que es obvio, que la cuestión del inconsciente no fue objeto de interés ni tema del legislador, de los jueces o de la academia, es decir de la facultad de derecho, porque el derecho es positivista, no cree en la ciencia del inconsciente.
Pero Legendre, que es jurista, se hizo algunas preguntas que son de orden psicoanalítico, como por ejemplo: ¿De qué forma se inscriben las instituciones jurídicas en la subjetividad de los hombres? ¿Cuales son los resortes básicamente inconscientes por lo cual en una sociedad nos ponemos en fila conforme al derecho? es decir ¿por qué obedecemos las leyes?
El gira alrededor de la idea de la obediencia, tanto en este libro como en otros: ¿por qué el ser humano obedece? y encuentra vínculos entre el poder y el amor, por su puesto, no me voy a detener en todos los ejemplos que da aquí Marí. Pero lo particular es que no se trata de amar a una mujer. El papel de la mujer es asegurar la descendencia del linaje, el amor por la mujer pasa luego al amor al poder.
Se trata del amor al padre y aquí hace una extensa demostración con ejemplos de ese amor al padre. Pero lo que me interesó es que él dice que no solo la teoría freudiana dice esto sino que también lo dice un señor que se llama Hans Kelsen.
El derecho esta dividido en dos ramas, uno encarnado por el teórico Hans Kelsen, neokantiano del derecho, lo que se llama la escuela legal vienesa, la teoría pura del derecho, la que pretende establecer los fundamentos apriorísticos de los conceptos fundamentales jurídicos, por eso es kantiano. Se trata de lo que está a priori de todo hecho, toda norma, preceden a los hechos, son idealidades esencias, es lo que se llama el formalismo jurídico. No se trata de la ciencia de lo que debe ser, ni lo que es justo.
La otra rama la encarna Carl Schmitt y es el revisionismo, todo parte de alguien, de la decisión del juez.
Y Hans Kelsen es alguien con quien Freud dialogaba ya que se ha dicho que el famoso observador imparcial que encontramos a veces en los textos de Freud era Kelsen. Pero no sólo Freud dialogaba con Kelsen sino que Kelsen dialogaba con Freud. Esto es lo que esta diciendo Marí, este tipo que era kantiano había leído a Freud y pensaba de una manera que no se ajustaba a la teoría por la que él es famoso. Hay un libro, “El otro Kelsen”, donde aparece toda esta dimensión del amor al poder en Kelsen.
Entonces se trata de la identidad de Dios, del padre, y del estado; Dios y el estado.
Un paralelismo entre el problema erótico (amor), religioso y social vividos por el individuo. En su ánimo, Dios y el estado son idénticos.
Toda la teoría del estado se asienta, según Kelsen, en una teología jurídica, dado que antiguamente no había esta división entre poder del estado y poder religioso sino que una se cimentaba en la otra.
Todo lo que se elaboró del derecho está bañado en una teología y con ese derecho seguimos operando, es lo que él nos quiere enseñar.
Para Kelsen el estado -idéntico al derecho desde el punto de vista del orden- simboliza la personificación, la expresión antropomórfica de la unidad del derecho. Pero el estado queda hipostasiado y contrapuesto como ente particular al derecho, por lo cual se genera la misma pseudo problemática de la teología. La soberanía significa que el estado es el poder supremo, que ese poder no deriva ni está subordinado a ningún otro poder superior tal como ocurre con la trascendencia de Dios.
Kelsen explica esto diciendo que se trata de la misma experiencia que el niño ha tenido respecto de su padre. Kelsen se inspira en Freud en su tesis del amor al padre.
Marí recuerda que existe un Kelsen freudiano que cita expresamente las investigaciones psicoanalíticas, es más, afirma que: “hay que tomar en cuenta conforme a Freud la ambivalencia (…) la sumisión y la voluntad de poder, constituyen el dorso y el anverso de una misma medalla (…) ya que el creyente se identifica psicológicamente con la divinidad, es decir me someto y al someterme soy Dios, escudándose en la máscara de su Dios, de su Nación, su Estado, da curso a todos los instintos (…)”
Cita a Kelsen: “mientras que al individuo como tal, no se le reconoce ningún poder político para que coaccione, domine o mate a otros, es en cambio su derecho supremo cumplir todo ello en nombre de Dios, la Nación o el Estado, a quienes precisamente ama por ese motivo ama como ’su Dios’, ‘su Nación’, ‘su Estado’, y con los cuales se identifica en un acto de amor.”
El amor político tiene pues espacio en los textos de Freud y de Kelsen. Legendre afirma que se trata de una sexología en el derecho: el amor político, es decir, el lazo de amor entre las masas humanas y los jefes (“Psicología de las masas y análisis del yo” que Legendre analiza exhaustivamente). E incluso introduce algo que nos interesa y es que, en el amor político, a diferencia de lo que ocurre cotidianamente, está en juego el cuerpo y cita un libro de David Le Breton, El borramiento ritualizado de los cuerpos. En él se muestra cómo tratamos de evitar poner en juego la presencia del cuerpo cuando vamos en un ascensor ya que miramos hacia otro lado, hablamos del tiempo, para olvidar que estamos cerca del cuerpo. Mientras que en “Psicología de las masas…” es al revés, son los cuerpos de los jefes los que están en juego. Hagamos la lista: el cadáver de Perón, la mano de Perón, el cadáver de Evita, dice Marí, mostrando la pregnancia viva de esos cuerpos “muertos”.
El nexo entre los cuerpos y el amor-odio político en que se involucra lo social con el psicoanálisis explica por qué la ciencia política kántica no podía hacerse cargo de ese amor político desarrollado por Freud en sus obras y tratado paralelamente por Kelsen.
Los alcances de esta ciencia como los del derecho y los de la misma sociología son exiguos al estar privados del psicoanálisis.
El problema de la interdisciplinariedad es cómo se pueden dictar leyes teniendo en cuenta la otra escena, la escena del deseo, del amor, del goce, y del odio ¿qué se hace con eso? El no dice qué es lo que hay que hacer, pero dice que habría que poner en juego en el derecho esta otra escena. Entre el derecho positivo expresado en las leyes y esta referencia absoluta de la ley atravesada por el inconsciente existen lazos que vinculan dos escenas la escena visible y la otra escena. Que el derecho no se comprende, sin lo que el psicoanálisis nos enseña sobre los mecanismos defensivos
¿Y dónde desemboca esta problemática? En el “pobre” jurista, el jurista que tiene que dictar las leyes es un inconsciente, por supuesto, es una obviedad, el sujeto tiene inconsciente, es con eso que se dictan las leyes. Hay aquí un impasse. ¿Qué otra cosa que mandarlo a analizar? Si se angustia tiene un destino posible: el diván.
La intermediación entre las leyes y su aplicación es la función del intérprete, ahí está el peligro, el problema que nosotros tenemos. Están las leyes y el jurista tiene que interpretarlas, entonces, en el derecho se aconseja interpretar lo menos posible, atenerse a la letra de la ley, como si eso fuera posible.
Todas las discusiones giran alrededor de este punto, por eso Carl Schmitt dice que no hay ninguna racionalidad que determine mi decisión, en todo caso la decisión se hace sobre un punto de puro deseo, goce, vacío; el fallo del juez es lo mismo que el fallo del padre. Se hace sobre su falla.
El derecho es un fenómeno desconocido, ignoramos del derecho su articulación sobre la estructura y de este desconocimiento procede la convicción de que las sociedades industrializadas conservan el poder de maniobrar a su voluntad las normas jurídicas. Pero ni la revolución francesa ni la revolución industrial han barrido las significaciones de un derecho que se construyó sobre las bases jurídicas teológicas, eróticas. Pero lo que Legendre viene a decir (y aquí reside el interés de leer un libro del año ´71 ya que suponemos que las cosas han cambiado en treinta años) es qué sucede con este derecho, que aparentemente ha perdido su poder, qué sucede actualmente.
Lo interesante no es descubrir que el jurista tiene inconsciente, es otra cosa que no subrayamos lo suficiente. El empieza planteando que la sumisión se propaga transformándose en deseo de sumisión, el poder consiste en hacerse amar, no cualquiera se hace amar, ahora ¿cómo se hace amar? eso es lo que analiza Legendre.
Lo dice de entrada en la primera página: para captar a los sujetos el medio infalible es la creencia en el amor. Primero, el amor es una creencia, se trata de la creencia en el amor al poder, al jefe, al padre en el amor a la ley.
Dando vuelta la página, cómo se hace creer, las técnicas del hacer creer, sin estas técnicas no hay institución, no hay orden ni subversión, se trata del amor al significante amo, el amor al inconsciente que nos hace creer algo.
El derecho, es la definición que les leí antes, es la ciencia de las leyes para regir, es decir, dominar y hacer obedecer al genero humano, (…) es una sexología que asegura y justifica el poder de los jefes. (…) el jurista (que) procede a una liturgia (…) reglada para sellar la verdad, (…) los maestros de la Ley, víctimas de su lógica, es decir que tienen inconsciente como cualquier otro.
Una conclusión: concluyo que existe, desde el punto de vista de los juristas, nutridos por la tradición occidental, un fondo prohibido, la zona de una ciencia infernal. Su máxima (…) interpretar demasiado, sería como tocar el piano con un martillo!
Lo cita a Bentham quien escribió su teoría de las ficciones con mucho humor siendo legista.
A ese poder dogmático ahora le decretan el fin. Hace poco presentamos en el Centro Descartes un libro, El fin del dogma paterno. Es decir: ya no amamos al padre. Sin embargo, Legendre ha respondido ya en los ´70 que no debemos engañarnos ya que Las sociedades que han hecho al occidente han desplegado una técnica de la sumisión de la que tenemos un débil ideal en el siglo XX a causa de la laicización de la función de la censura y los nuevos hábitos de pensamiento tomados al contacto de las ciencias llamadas humanas y sociales.
La antigua institución con los poderes que le otorgaba la teología, por su puesto que no persiste como tal; pero él pregunta: ¿Quién viene al lugar de la teología para sostener esta sexología? Se van a sorprender: las ciencias humanas, las ciencias humanas son las que hacen creer para sostener el poder, es lo que dice Lacan, la psicología vehículo de los ideales.
Entonces no hay fin del dogma paterno porque hay una inercia que, para que las sociedades sigan existiendo, sostiene las instituciones si no nos mataríamos con toda tranquilidad.
La creencia, he aquí para nosotros un termino clave (…). El trabajo del jurista (además de sus sucesores actualmente en la empresa dogmática) es exactamente –y éste es el meollo del asunto- el arte de inventar las palabras tranquilizadoras, de indicar el objeto de amor en el que la política ubica el prestigio, y de manipular las amenazas primordiales, (…) ese es el arte de hacer creer, eligiendo las palabras que convienen. Pues bien, la teología nos hacía creer a través de la culpa.
En los sesenta estamos en la “sociedad sonriente”, los hippies, la liberación, paz y amor; es decir la sonrisa tranquilizadora, tranquilicemos a las masas una vez que se levantaron un poquito. Podemos medir la distancia con nuestro tiempo, dentro de esta lista que él hace, el arte de inventar las palabras tranquilizadoras y de indicar el objeto de amor en que la política ubica el prestigio y de manipular las amenazas primordiales, podemos decir que de lo que se trata ahora es de manipular las amenazas primordiales. Estamos en la cultura del pánico, se eligen las palabras adecuadas para hacer creer que la catástrofe está a la vuelta de la esquina.
Ahora bien, ¿se trata entonces, en lo que dice Legendre, de analizar a los juristas o a los psicólogos o a los sociólogos? No se trata de eso. Se trata, simplemente, de marcar que cualquier uso de la palabra es hacer creer algo, se trata de estar advertido de esa función del discurso por la que uno se lo cree o no se lo cree. Así: ¿cómo se armó este pánico en la bolsa? Simplemente haciéndonos creer que todo iba a la perdición ¿y por qué me lo tengo que creer?
Eso es para alguien que se analiza, la cura es tomar distancia respecto de lo que cree. Es alguien que con respecto a ese S1 que le hace creer que es algo, toma su distancia, está advertido, no cree del todo.
Por esta referencia constante al objeto del deseo, es decir al jefe, puede operar la creencia social para difundir progresivamente la legitimidad, prodigar la regla y designar el enemigo; está muy bien, cuando se da nombre a las cosas también se da nombre al enemigo.
Pide que se relean “las teorías sexuales infantiles” pues esas páginas pueden constituir una útil introducción al proceso más primitivo de la sumisión.
La institución liberal persigue la empresa ancestral, nombrar las cosas, es decir ¿dónde esta el poder? como dice Lacan, simplemente en el acto de nominación, por eso estamos en contra del DSM, porque el DSM dice: “ustedes son enfermos”, ya al decir enfermos designa la ética de la que se trata, ustedes no tienen nada que hacer.
Estoy dirigiendo la revista Lacaniana, de la EOL pusimos un apartado: “Desorientados y/o enfermos”; si elegimos “enfermos” no hay nada que hacer, si elegimos “desorientados” es otra oferta. La orientación lacaniana ofrece orientar al sujeto en algo que no tiene remedio y que, si toman remedios, no van a salir de eso.
Entonces la institución liberal persigue la empresa ancestral, nombrar las cosas, ¿quién nombra las cosas? Esas cosas ¿qué son? la materia del derecho, el derecho, palabra que juega con mater, la madre, decían los medievales.
Sobre lo que hace el jurista de este derecho racional, él no sabe mucho más que los canonistas de la iglesia medieval. Y aquí es donde cita a Bentham, guía excelente, había intentado mostrar con bastante humor al legista bajo su disfraz de razonador.
La razón no existía antes del siglo XVIII, es una ficción entre otras, antes los significantes amos eran otros, eran el bien, la verdad etc.
La institución puede pasar de una moral a otra, – la institución él lo aclaró antes es un texto- modificar su texto, inventar sus nuevos portadores, su realidad esencial no es ésta, dicha realidad consiste ante todo en producir y hacer reproducir el hacer creer, en fundar el discurso dogmático, es decir el discurso que se haga respetar, que se haga amar.
La decadencia de los juristas tradicionales, han sido sustituidos por la nueva ola de los productores de lógica que transitan por otra vía.
El amor también cambia según como funciona el significante amo, depende de cómo funciona el significante amo, se ama o no se ama y se ama de tal o cual modo.
J.- A. Miller, en un reportaje en el que opinó sobre el amor, dice: las modalidades del amor son ultra sensibles a la cultura, lo comprobamos hoy todos los días en el diván, cómo aman hoy los pibes, distinto a esos amores eternos que cantaba el amor cortés o, incluso los nuevos amantes producidos por el romanticismo. Era un juramento hipostasiado, pero muchos creían en eso, y aguantaban hasta que la muerte los separaba; pero creían que el amor era eso, no imaginaban que el amor podía ser otra cosa.
Las modalidades del amor son ultra sensibles a la cultura, cada una se distingue por el modo en que estructura la relación de los sexos y en nuestras sociedades a la vez liberales, mercantilistas y jurídicas lo múltiple está en tren de destronar el S1
Lacan abandonó el S1 por la idea del enjambre, no se trata tanto del jefe sino más bien del poder pero ahora en red. ¿Bush es el poder como tal (que es siempre tonto) o esta sostenido por un grupo de enanos? entonces con eso algunos lo aman y otros lo odian.
El otro día vi una película “Ángel”, en donde el tipo era un marroquí que tenía la ciudadanía americana y volvía a Francia y decía: soy americano no me odies. Ahí se ve bien el amor que pone en juego ese poder, como explicó Legendre recién, no hay amor sin odio.
La ficción es el arte de hacer creer y el arte del analista es tratar la creencia de su paciente.
Graciela Musachi: AME de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP) Miembro del Centro Descartes. Autora de varias publicaciones y libros entre los que se encuentran: Georgi y yo: lo que pasó con Estela Canto y Mujeres en movimiento. Eróticas de un siglo a otro.
E-mail: gcmusachi@fibertel.com.ar
(*) Clase dictada el 15 de agosto de 2008 en el marco del Seminario Clínico “La clínica analítica ante las terapias de la felicidad” Organizado por APLP. Actividad asociada al Instituto OscarMasotta (IOM)
Versión corregida por Graciela Musachi