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PRAGMA – INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA EN PSICOANÁLISIS

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Del sacrificio al deseo (*)

En la enseñanza de Jacques Lacan no existe la neutralidad del analista a la manera de la ataraxia propia de una técnica que regla sobre el bien y el mal. Hay sí, modos de situarse entre las bifurcaciones que rodean a «lo neutro» como posición que conviene al analista.     

Se trata de la posibilidad de operar con el síntoma en la perspectiva del deseo que surge al final del análisis y apunta a mantener  una «máxima diferencia» entre el ideal del sujeto y el objeto causa del deseo. Esta incidencia se verifica a posteriori de cada recorrido de análisis. En el caso que presentamos observaremos los desplazamientos de lo neutro como eficacia de un corte entre el ideal de sacrificio y el deseo como presencia de «otra cosa».

 Entre el bien y el mal: el síntoma

 Víctor es un joven de dieciocho años cuando viene a consultar por encontrarse en un drama amoroso. Esta enamorado de dos mujeres y no sabe elegir. Este tema es un detalle que representa toda su vida, definida como un modo de ser sin decisión. También está preocupado, aunque no es lo principal, porque no puede dejar de consumir drogas. Lo llama un «exceso» y piensa que puede estar en riesgo su vida. Ante su angustia quiere empezar un análisis.

 María es su novia desde hace años, la respeta al extremo de ocultar su placer con ciertas drogas. Teresa, es una compañera de militancia, ella sabe sobre sus gustos, pueden compartir sexo y marihuana.
 Está pendiente de ambas, tanto que entre María y Teresa se siente desdoblado.

Por diferentes razones no trabaja, se reconoce como un «desocupado». Por otro lado, estudia en la universidad y vive solo. Presenta sus ideales en términos de un «querer ser» escritor, ser músico pero sobre todo ser anarquista, diferente a su padre quien es un dirigente político conservador.

Durante las primeras entrevistas despliega su relación con le mujeres como una posición que lo paraliza y su cuestión con el consumo como un placer que ya no controla. Aparece el exceso acompañado de una fantasía de muerte: Una vez llegó a inyectarse y recuerda ese instante de la piel perforada, con horror. Luego se imagina cómo sería estar «muerto por sobredosis». Entre dos mujeres está ese «exceso» de pensamientos. Entre un ideal de bien político el mal ubicado en el consumo de drogas aparece la angustia al pensarse muerto. Esta diferencia del pensar comienza a dibujar el síne toma como pregunta por su deseo: ¿a cuál de estas dos mujeres debe dedicar —en términos de sacrificio— su vida?  

Rectificación a partir de un equívoco

Cierta rectificación subjetiva se produce a partir de una intervención: tiene un ritual, cuando llega a las sesiones después de viajar en subte, prende un cigarrillo para entrar fumando. Al sugerirle que pase al diván, digo: «se habla o se fuma», frase que funcionó como equívoco. La próxima vez se presenta como verdadera la exigencia de hablar con su novia sobre su consumo de drogas. Rompe su secreto y aparece una elección, ahora tiene la claridad de querer dedicarse solo a María. El malentendido funcionó ahí como evocación de un silencio que agrega un sueño novedoso, marcado por el significante  «clandestino». Dice: «Estaba en un campo con mis hermanas, éramos  todos niños pequeños. De pronto alguien nos lleva a andar a caballo y sentimos el peligro de que nos roben. Podíamos ser niños robados por unos tipos que no veíamos sus rostros. Yo logré ocultarme en un foso. Ahí pasé clandestino sin que me encontraran los ladrones.  
Me desperté mal, angustiado porque no sabía qué había pasado con mis hermanas».   

De este sueño se desprenden dos vertientes asociativas: una es la conexión de las dos hermanas con sus dos novias. La otra es él mismo como siendo clandestino-robado.

Una novela de guerra  

Hace referencia a la novela familiar. Es un relato épico: Víctor, único hijo varón de un padre político, frente al cual sostiene el de-safío de ser  anarquista, denuncia a los políticos y a las tradiciones. Cree que su padre no fue suficientemente valiente cuando estuvo en la lucha armada, en la guerrilla de los años 70, de donde salió sano y salvo.

A su madre la retrata como siendo una mujer abnegada que cuida a sus hijos. Ella tenía la costumbre de cantarle cuando era niño una canción de cuna con animales que lo terminaban durmiendo. En aquellos tiempos hacía algo que designa como un pecado: acostumbraba a mirar a su hermana cuando se bañaba. Un día el padre lo descubre tocándola, es descubierto por una mirada que lo objetiva, pero ninguna palabra vino a sancionar ese goce.

En oposición a ese recuerdo aparece otro cuando su padre es citado por un médico que lo atiende en un desmayo causado por alcohol, pero no acepta ir a externar a su hijo. Ahora cree que si su padre hubiera colaborado con la rehabilitación, lo habría confirmado como enfermo, se habría hecho adicto para siempre. Esa ausencia, paradójicamente, lo deja «bien parado».

  Sacrificio del objeto o deseo del sujeto

Durante un tiempo se sostiene hablando de las faltas de su padre: refiere que también debe tener su propio secreto, clave de un goce escondido. Como una deuda de palabra no dicha ese imaginar es un punto de soporte con el Otro sin barrar, que petrifica su deseo.

Un tiempo después logra escribir un libro de poemas, compruebo que es un libro divertido, donde predominan personajes infantiles. Algo había cambiado en ese tono que hacía pasar la valentía cobarde a lo cómico de la ficción.

Comienza a trabajar intensamente en un movimiento de desocupados. Ocurren los acontecimientos del  19 y 20 de diciembre del 2001, en Buenos Aires, con el teñir de la realidad propio de un desastre social. El segundo día de revuelta, marcha con una agrupación de  «desocupados» y uno de sus compañeros es herido en la manifestación. Cae a su lado ensangrentado y él debe huir. «No pude socorrerlo», dice, atribuyéndose anticipadamente un juicio y una culpa.

Esta escena es relatada de nuevo con angustia durante nuestro  próximo encuentro. Repentinamente se dirige al analista con una pregunta inquisidora: quiere saber si aprueba su lucha. Supone que está siendo investigado y quiere saber si estoy de acuerdo con su  accionar. Ante la demanda de sentido, mi respuesta no fue equívoca, fue un gesto, de darle una revista donde había un artículo que planteaba la crisis social, con mi firma. Se comprueba luego que en este salir de la neutralidad, da un significante o una serie que podría subvertir el sentido de una significación compartida. Era él quien debía tomar partido…

Agrega que no pudo dejar de pensar en esa palabra «sacrificio’ palabra que abre un campo nuevo del sentido ya que significaba  más cosas para él, pero no comprende. Está muy «ocupado» con su  ser «desocupado». En esa rima del des-ocupado recuerda que su padre había estado en una situación parecida. Fue en los años setenta, en «la matanza de Ezeiza». El padre enarbolaba la bandera de su  agrupación política. Hubo muchos muertos, pero él salió sano y salvo. Se pregunta entonces sobre la impunidad… ¿era él también  un cobarde? ¿Podía desaparecer como su padre «debía» desaparecer, en su dedicación al Otro? Conecta el sacrificio con su amigo herido y su afecto transitivo de estar en el lugar del otro, su semejante.

El «sacrificio» pasa a ser el significante que nombra ese pasaje que va del otro imaginario ahora a un equívoco simbólico en el inconsciente. Ahí el sujeto está implicado a partir de un desplazamiento del  «exceso» por el que había demandado sentido.

Ser apresado o apresarse a una causa.

Después de su vacilación y mi respuesta, aparece una nueva contingencia: Víctor es llamado nuevamente a hacerse un ser en el significante «político» en las nuevas luchas sociales. Algo lo empuja a marchar en su fascinación por estar cara a cara con la muerte, aunque ya vio demasiado. Los muertos en la plaza pública suman ya Ia decena y duda de salir la próxima vez cuando sospecha represión.

Sabe que arriesga demasiado, como aquel de fumar para ser «pescado» por la ley, frase usada también en el recuerdo infantil donde es capturado por la mirada de un padre sin palabras que lo empuja a la culpa y a una cada vez nueva pantomima épica.

Decide no salir a manifestar. En cambio, pidió trabajar en una imprenta de la agrupación donde escribe sobre la causa social. Aparece un afecto de tristeza propio del duelo por la caída de un ideal. Debía decir más… sobre esa nueva posición, siguiendo el curso del análisis.

Final: política del deseo

La  hipótesis que se podría verificar es que el plano significante del síntoma de «estar entre dos mujeres», propio de la duplicación del amor y el deseo en la neurosis obsesiva toma aquí su singularidad en la novela familiar de dos hermanas -soñadas como mujeres-  y se sostiene en un fantasma de degradación.

 En el otro plano de satisfacción síntoma, aparece el «exceso» a  partir del consumo, que se alimenta de la ferocidad imaginada del Otro  paterno, pero no es un padre que «pega a un niño» sino que su falta de palabra lo angustia y atrapado por su mirada queda en el fantasma como objeto dedicado a su oscura autoridad. Esto demuestra la lógica de la puesta en acto de lo político que conduce al significante «sacrificio». Al aislar ese significante, el sujeto sale con un «querer saber más», incluso por el lado de una escritura. La demanda de identificación con objeto sacrificial cede ante la caída del ideal social.

Finalmente, tal como tensa Lacan la cuerda de una encrucijada, lo real y lo neutro se articulan: «El deseo del analista no es un deseo puro. Es el deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto confrontado al significante primordial accede por primera vez a la posición de sujeción a él»(1). Sólo entonces se puede introducir esa máxima diferencia que es lo serio en la repetición de la serie de dichos. El caso es demostrativo de un «más allá de la neutralidad» en la subversión del sentido social, y eso permite apresar otra cosa que nos conduce a otra causa, la del psicoanálisis.

1)    LACAN, J.: El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Ed. Paidós, Bs. As., 1987, pág. 284.

(*) Extraído del libro Más allá de la neutralidad analítica  – 1ª ed-. Compilador: François Leguil. Editorial: Grama ( Buenos Aires) . Año:2004

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