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PRAGMA – INSTITUTO DE INVESTIGACIÓN Y ENSEÑANZA EN PSICOANÁLISIS

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Declinaciones de un sobreviviente -Resistencia del psicoanálisis a la represión- (*)

A propósito del documental “Rompenieblas -una historia de psicoanálisis y dictadura-” de G. Alonso **

El psicoanálisis como historiador

Cuando se relata la historia como un segmento de acontecimientos se hace necesario articular las escansiones que la organizan. La puntuación, la fecha, incluso el silencio, van generando interpretaciones de aquello que se dice cuando un corte interrumpe el flujo continuo del tiempo cronométrico. Ese espacio cava un intervalo en la sucesión del presente y relanza un sentido orientado hacia el futuro. Es la realización en una cierta memoria inconclusa, siempre por venir.

Escansión del corte, pulsación temporal, resonancia del cristal lingüístico, definen lo inconsciente según Jacques Lacan.

Historizar en psicoanálisis implica entonces, situar la función del olvido que recupera el valor del resto perdido con lo cual se puede captar un cierto saber sobre la verdad. Por ello en “Moisés…” Freud privilegia la verdad histórica, que como el ladrillo arqueológico que falta, obliga a la reconstrucción de ficciones (ejemplo el delirio). En tanto la verdad histórica delira sobre la falla de la verdad material, el programa del inconsciente va más allá del archivo, significa positivizar un rechazo primordial.

Esa falla del saber sobre la verdad es la causa de la resistencia, pero que insiste en decirse en lo que se repite cada vez diferente. De este modo el autor del relato se hysteriza, se divide ($) entre lo reprimido y lo que retorna. Sobre este rechazo fundante de toda contabilidad se apoya la construcción que hace el analista en su hipótesis, conjetura que se verificará luego separando lo verdadero de lo falso.

Esta certeza del inconsciente olvida “lo social”, lo atraviesa al precio de transformar la significación de la realidad. Por ejemplo el encuentro con un analista en la privacidad de un consultorio ya es un hecho social: entre los dos está la cultura de esa época en las huellas que sus objetos dejan en las identificaciones. Este atravesamiento incide en los cuerpos afectados ya sea como terapéutica o como hacer político con los otros de la comunidad.

Campos conceptuales y el campo del horror

Si ubicamos un momento histórico preciso de nuestro país -1976 a 1983- donde el dominio de un Estado totalitario clausuró otros discursos vía el terror, podemos diferenciar momentos de la tensión entre psicoanálisis y sociedad siguiendo las operaciones lógicas de alienación y de separación.

Sabemos que el campo social con las interacciones de los “individuo-masa” vía lo político no es superponible al campo del psicoanálisis, dónde la función de la palabra es crucial para hacer de lo político una partida entre “sujeto-Otro”, donde el inconsciente es una carta forzada. Son dos campos no homogéneos. Sin embargo hay un momento de alienación de ambos conjuntos, otro de separación y finalmente, intersecciones.

Primero. Alienación: la existencia de otro campo, el de concentración, paradigma del goce como mortífero, muestra la dimensión de lo absoluto y el horror de su realización. Aquí la alienación provoca un efecto de impotencia, ya que para ejercer el discurso analítico hay una condición de posibilidad: la asociación libre, que aunque está determinada, requiere una atmósfera de libertad.

Para Argentina será un período de “Estado de excepción”, como define G. Agamben a la “vida nuda” donde una población es jurídicamente exceptuada del ejercicio de sus derechos civiles, pasando a ser organismos biológicos anómicos después de la abolición del lazo democrático. En 1976 la ilegalidad del golpe militar ejerció el terror político hasta la desaparición forzada de los ciudadanos haciendo del secuestro para-policial una situación de angustia que aunque cotidiana, nunca fuera asimilada.

La intimación se elevaba hasta una confesión opuesta al dispositivo religioso, y menos al analítico: “la tortura, en efecto, busca producir la aceptación de un discurso del Estado, por la confesión de una podredumbre. Lo que el verdugo quiere finalmente obtener de su víctima al torturarla es reducirla a ser sólo esa cosa, una podredumbre, a saber lo que el mismo verdugo es, y lo que sabe que es pero sin confesarlo.”(1)

Esa peligrosidad del crimen llevaría a la significación absoluta del significante Amo que viene a obturar la circulación de la moneda simbólica que pasa de mano en mano, con un valor de uso para cada uno según la medida de su deseo.

Por otro lado, el efecto de impotencia impediría considerar el goce solitario en cada una de las excepciones a la norma que el síntoma impone al analizante. Aquí el peso del Ideal del Otro ordena una voluntad de silencio, al que se agregó el desmantelamiento de las instituciones que permitían un recurso a la cultura. Sin embargo, o por eso mismo, a falta de garantías constitucionales para el “poder decir” los que no se dispersaron en el exilio, encontraban un refugio en el psicoanálisis.

Segundo. La separación: se hace luego, si se accede a la negación como superadora de la antítesis. Ejemplo la frase “no matar la palabra, no dejarse matar por ella” -título de un texto de la revista Literal Nº 1 (1973) que alude a la peligrosidad del ideal de compromiso militante tanto como a la exigencia de hablar. La tensión de la frase detecta que el imperativo de las utopías comunitarias, como las políticas de la felicidad llaman a la gula del superyó que empuja al sacrificio de “los dioses oscuros”.

En otro párrafo se lee la alienación y la separación: “Toda política de la felicidad instaura la alienación que intenta superar. Toda propuesta de un objeto para la carencia no hace más que subrayar lo inadecuado de la respuesta a la pregunta que se intenta aplastar.” (“El matrimonio entre la utopía y el poder”) (2)

El psicoanálisis como sobreviviente

El film documental “Rompenieblas -el psicoanálisis en la dictadura-” es un relato testimonial que recupera una “chicana” de los detractores del psicoanálisis. Apelando a la provocación de su cartelera –un analista sentado frente a un hombre amordazado-, retoma el problema de “lo social” en términos de una causa olvidada, que retorna ahora en la época dónde se vindican los derechos humanos. Con cierto dejo de ignorancia primero, y luego intencionalidad, trata de contestar porqué el psicoanálisis sobrevivió a la dictadura militar argentina. Las entrevistas a psicólogos sociales, historiadores universitarios o analistas de diferentes escuelas, funcionan como prueba de una actitud progresista de construir una opinión para luego llegar a un juicio de valor. Pero como todo relato épico traspone su lapsus al omitir la entrada del psicoanálisis lacaniano con la enseñanza de Oscar Masotta durante diez años antes de fundar una Escuela ya en 1974 (3).

Hay un personaje naif en la joven (Jana) que investiga el tema, desorientada y sin método, pero que se guía por una hipótesis que escuchó alguna vez en los profesores de la facultad: El psicoanálisis, particularmente lacaniano, habría proliferado bajo la última dictadura militar.

Los historiadores universitarios como H. Vezetti se alienan con la tranquilizadora “mirada exterior” de la Sra. Roudinesco quien asegura que no pudo existir psicoanálisis en condiciones totalitarias, sin saber bien qué es el campo de la clínica analítica. Salvo M. Plotkim que toma una perspectiva multicultural y previene del riesgo de superponer un campo teórico con un campo institucional.

La especulación toma consistencia con los testigos: “Complicidad civil de las corporaciones” dirá Tato Pavlovski, desde el epígrafe inicial hasta el final cerrado, que sin ser griego, exalta la figura del desaparecido como héroe trágico. Por otro lado los herederos del freudomarxismo como Carpintero, hablan de “complacencia” aunque cree que como el resto de la población, los colegas pudieron refugiarse en la lectura de Lacan. El término “colaboracionismo” es la denuncia de J. C. Volnovich que recuerda las escisiones de la APA, Plataforma y Documento, como épica donde “el cordobazo nos despertaba”, según una notable expresión de Marie Langer, como si los intelectuales liberales tuvieran los mismos intereses que la clase obrera.

Apología entonces, de aquellos dorados años de militancia del P.C. donde marxismo y psicoanálisis eran sintagmas del intelectual tipo, y se apostaba a la revolución de igual forma en la calle que en el consultorio. Es también la “Intransigencia” a la que se refería León Rozitchner en un reportaje contra el psicoanálisis lacaniano.(4)

Uno de ellos ataca diciendo que Lacan al no venir a la Argentina, demostraba su cobardía (“arrugó”). Cuestión desmentida más de una vez por aquellos argentinos que lo visitaban en París donde el maestro interrogaba qué ocurría con lo político y ofreció una vez su firma, “preocupado por lo que aquí pasaba”(Mario Goldemberg).

Gran teórico de lo político durante su seminario El reverso del psicoanálisis de lo que era la revolución burguesa de Mayo del ´68 y las estructuras discursivas, cuando ellas bajan a la calle en pleno discurso capitalista. Por eso, estaría “urgido en expedirse sobre lo que pasaba en la Argentina” –como señala Germán García en sus intervenciones en el documental-.

Se trataba de la presión que los exilados ejercían sobre aquellos que se habían quedado, cosa que se observa en la venida de Maud Manonni en esos años: ellos creían que el expedirse era perentorio y que bastaba con una solicitada en un diario. Eso sería ofrecerse a la persecución a riesgo de desparecer. Entonces, quedaba leer a Lacan y/o al final, camuflarse, refugiándose en lo jurídico de las instituciones. Esta fue una de las causas de la división de la Escuela Freudianacamuflage bajo la caja de Pandora del “profesional de la salud mental”, expulsando el rasgo laico del psicoanálisis de Masotta -donde ocurría esto-.

Primavera, Escisión, Exilio: Oscar Masotta

En plena dictadura, ante una guerra desigual, el discurso analítico sobrevivió a la voluntad de reducir la palabra a un silencio mortal. Pero ese discurso, ahora lacaniano, ya había entrado efectivamente en la Argentina en los años 60 cuando Oscar Masotta introduce la traducción de Lacan. Tanto el primer congreso lacaniano del 1969 después de su conferencia en el Instituto de Pichón Rivière (1964) como “Lecciones introductorias”, y las clases del Di Tella van preparando el acto de fundación de una Escuela Freudiana de Buenos Aires en 1974 que nacía con la conciencia de ser parodia de la de Lacan y no un invento, aunque era “nuestra y original”.

Ese acto fundante del 74 era consecuencia de un aire propicio cuando en una mesa redonda se podían juntar mil personas en un taller artístico de la Boca para hablar de Literatura y Psicoanálisis. Era un acmé, la cima de un movimiento con una “banda” que aún dura.

Lo que vendrá después con su exilio en 1974 marca el fin de este primer movimiento de entrada de Lacan en Argentina, ahí dónde la dictadura no hizo sino ocultarlo y en un efecto militar incidir en la escisión de 1979 sobre esa escuela masottiana que quedó dividida por jerarquías y grados, médicos “clínicos” en el refugio jurídico, laicos “teóricos”, refugiados en la doctrina.

Esta escisión divide a la EFBA de la Escuela Argentina que Masotta funda para mantener el espíritu laico y efectivamente lacaniano en el país, luego de una laboriosa correspondencia de cartas desde Barcelona que promovía nombres en virtud del pase para la herencia de su Escuela, expropiada por sus colegas. (6)

1974-1984… y en el dos mil también.

Resumimos así el tiempo como duración efectiva del lacanismo que va desde 1969 a 1974 como entrada. Luego devino cierta instalación de ese discurso hasta la escisión de la EFBA de 1979, efecto real de la represión que actuó sobre los futuros analistas. Ese tiempo concluye en 1984, luego de la reunión de Caracas y la muerte de Lacan, con el ejercicio de una nueva institucionalización -en democracia- cuando se realiza en III Encuentro del Campo Freudiano en Buenos Aires, y se relanza otra época con la llegada de J.-A. Miller y el retorno de algunos analistas exilados como Germán García entre muchos.

En un inquietante libro, Ana Longoni desarrolla la lógica con la que se enjuicia esa época. Nuestra historia se relanza con la posibilidad de la revisión pero al poner como centro el binario: desaparecido-sobreviviente, se retorna a la dialéctica sin salida del héroe-traidor. Todo aquel que llega como figura de sobreviviente puede ser sospechoso de delación. Esa reducción cierra el debate y la autocrítica sin cuestionar las decisiones de las direcciones políticas que condujeron a la lucha armada. Dice: “Si el vacío que significa la figura del desaparecido condensa toda la explicación del pasado, la historia corre el riesgo de disolverse en una trama trágica de crimen y castigo.”(7)

Ahí no hemos aprendido tanto de Borges que dice bien acerca de que el Tema del traidor y del héroe sea revisado por su reverso, y mutatis-mutandis, adquiera nuevos matices.

Esta trama(8) no está hecha para un guión teatral como el psicodrama, ni para la especulación nostálgica, menos para un nuevo libro negro, sino para ser aprehendida como síntoma de nuestra cultura local (9).

Nudo que habrá que descifrar cada vez con la puntuación que pide la historia según la duración afectiva y efectiva (10) que hace que un instante atroz sea eterno pero una vez desanudado permite saber la función que ejercía.-

Enrique Acuña: Director de enseñanzas de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata. Miembro del Centro Descartes, de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Director del Centro de Investigación y Docencia Corrientes-Chaco del Instituto Oscar Masotta.

E-mail: enrac@fibertel.com.ar

*Texto escrito a partir de la presentación del film en Pasaje Dardo Rocha de La Plata, realizada el día 17 de abril de 2008, en el debate participaron: Pacho O’Donnell, Flavio Peresson y Enrique Acuña.

** “Rompenieblas –una historia de psicoanálisis y dictadura-” de G. Alonso (dirección), idea y guión de José Retik y Francisco Senegaglia.

Entrevistas a: Mariano Plotkin, Carlos Brück, Juan Carlos Volnovich, Hugo Vezzetti, Thomas Dassance, Mario Goldenberg, Marisa Sadi, Germán García, Eduardo Pavlovsky, Fernando Ulloa, Jorge Chamorro, Tom Lupo, Guillermo Colantoni, Alejandro Vainer, Enrique Carpintero, Laura Conte, Adelina de Alayes.

Notas:

(1)-De Certeau, Michel: Historia y Psicoanálisis. Ed. Universitaria Iberoamericana. México, 1995.

(2)-Libertella, Héctor (compilador): Literal 1973-1977. Ed. Santiago Arcos, Bs.As, 2002.-

(3)-Masotta, Oscar y otros; “Futuro anterior (1974-1996) –mesa redonda sobre Literatura y Psicoanálisis” en revista Anamorfosis Nº 4 – La Plata, 1996.-

(4)-AAVV. Acontecimiento Freud. Mesa redonda con León Rozitchner, Sergio Visacovsky, Luis Erneta y Enrique Acuña. Ed Grama, 2006.

(5)-Musachi, Graciela: “Aturdidos, vuelven a decir” en Fragmentos de la historia del psicoanálisis en la Argentina. AAVV. Ed. JVE, Bs.As, 2003.-

(6)-AAVV.: Homenaje a Oscar Masotta– Escuela Freudiana de la Argentina- Ed. Paradiso, Bs.As.1979

(7)-Longoni, Ana: Traiciones –la figura del traidor en los relatos acerca de los sobrevivientes de la represión.– Ed. Norma, Bs.As. 2007.-

(8)-Izaguirre, Marcelo (comp.): Oscar Masotta. El revés de la trama. Ed Atuel/anáfora. Bs. As. 1999.-

(9)-García, Germán: El psicoanálisis y los debates culturales –ejemplos argentinos– Ed. Paidós, 2005.-

(10)-Gez, Beatriz: Dos momentos en la historia del lacanismo argentino. Texto presentado en el VIII Encuentro de Historia Psicología. Mar del Plata, 2007 (inédito).

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