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De patéticos y entusiastas -poética y política en psicoanálisis-

La catarsis es ahí el apaciguamiento obtenido a partir de cierta música

de la cual Aristóteles no espera ni cierto efecto ético

ni tampoco cierto efecto práctico, sino el efecto del entusiasmo.-

Jacques Lacan (1959)

La comparación entre la experiencia trágica en la Poética aristotélica con la experiencia analítica -tal como la realiza Lacan en ese Seminario- implica distinguir diferentes finalidades del logos como potencia creadora del lenguaje. El entusiasmo, como resultado de la transformación curadora del pathos; será tanto una pretensión de saber, como efecto final común a ambas experiencias.  

Poética y Política en Aristóteles y Freud

Releyendo la Poética desde la perspectiva de Lacan encontramos que es la  Katharsis el procedimiento que permite transformar una representación primera (R1) –la obra trágica- al pasar por un público que interpreta con su representación fantasmática (R2). Lejos de la abreacción fisiológica de Breuer, se trata de una purificación de las pasiones al producirse una comunión teatral entre el personaje de la tragedia y la Mímesis (imitación) que realiza el espectador. En ese circuito se liberan los afectos de temor y conmiseración.

Cito: “La tragedia es, pues, imitación de una acción elevada y completa, que posee una medida: con un lenguaje sazonado (agradable) con cada una de las especies, por separado en las distintas partes; actuando y no por medio de una narración; y que a través de la conmiseración y el temor, produce la purificación de esos afectos.” [1]

En toda tragedia hay seis partes constitutivas. El mito o trama, los caracteres, la elocución, el pensamiento o ideología, el espectáculo y el canto musical.

Si bien la música parece secundaria interviene en la voz del coro que representa la doxa, la opinión común, el bien de la ciudad. El coro escande su sincopa melódica en las intervenciones que comentan al héroe o lo sancionan. Es recién en Politica donde Aristóteles subraya la inducción de los “cantos entusiasticos” que funcionan como terapéutica dando serenidad para la educación: “el justo medio, lo conveniente y lo posible. Quienes están poseídos por ese movimiento del alma parecen lograr su medicina.” [2]

Freud, sin embargo, introduce el goce como causa del mal trágico. En “Personajes psicopáticos del teatro” (texto de 1904 que guardaba el critico musical Max Graf que es editado recién en 1942) ubica la función del drama en la katharsis con la misma eficacia que el mecanismo del chiste y lo cómico. La identificación del espectador genera placer porque “es otro y no él”, subrayando la “satisfacción masoquista” que se despierta en la piedad. Esta consideración del mal es lo aleja a Freud de cualquier psicodrama.

Estas son reglas para los dramaturgos tanto como para los políticos o los amarillismos mediáticos de nuestra época: un cálculo de los resortes inconscientes de la masa en una combinatoria justa de lo bello, la harmonia y el mytho. Pero solo si es arte el objeto debe dejar un cierto equivoco, un vacío alrededor del cual se apege lo reprimido de cada espectador.

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El deseo puro y el brillo de Antígona

No resumiré aquí la obra, sino porque a Lacan interesa esta pieza de Sófocles para ubicar dos intereses del psicoanalisis:

1) La función de la tragedia como katharsis en tanto atravesamiento del plano imaginario en el “brillo de Antigona” y el franqueamiento de las barreras del Bien y lo Bello.

2) Antigona como justiciera reintroduce  la excepción de  su propio bien,  familiar y particular por  sobre el Bien de la ciudad universal . La acción trágica se instala “entre dos muertes” (Sade) para ubicar su propio “punto de mira del deseo” logrando un “deseo puro”. No es un caso como exemplum sino una posición de saber sobre el deseo al fin de la experiencia analítica.

En esa cuestión, la depuración pasional que subraya Aristóteles, no es sin la consecuencia de un efecto de entusiasmo que supera el estado de patetismo inicial. Comentando la Política agrega: “Pero no todo el mundo alcanza esos estados de entusiasmo, aun cuando ser susceptible a ellos en alguna medida está al alcance de todos. Existen otros, los pathétikoí, en oposición a los enthousiastikoí. Al alcance de los primeros, está el ser presa de esas pasiones, principalmente la compasión y el temor. Pues bien, también a ellos cierta música, podría pensarse en la música que está en juego en la tragedia, donde desempeña su papel, les aportará igualmente una catarsis, un apaciguamiento mediante el placer, agrega Aristóteles, dejándonos nuevamente con un interrogante acerca de qué querrá decir placer” [3]

Es decir, se generan dos razas de discurso, el patético, sufriente, y el entusiasta que hace algo con su patema, su matemática del sufrimiento, pretendiendo el saber.  Es lo que recupera Remo Bodei de Spinoza y en otros términos de Hobbes en el uso político del temor en los discursos que prometen felicidad.[4]

F. Regnault señala una triple extensión del termino Katharsis; una purgación ritual medica, una estética narrativa y otra extensión cultural en la actualidad del cine y la televisión. El uso político de los mass-media genera ese efecto de mostración y de identidades miméticas dónde la estética anula la ética. Un reality-show no es el “deseo visible” en el sentido de un equivoco que genera la curiosidad entusiasta. Un medio masivo puede causar cierta catarsis del espectador, su lágrima, su piedad, vergüenza, etc., pero esos signos no empujan, necesariamente  a la pretensión de saber.[5]

El entusiasta usa su “potencia adivinatoria”, potencial que implica que no se identifica a decir la verdad. Mientras que el revolucionario, el humanista, y el filósofo del ser, están del lado de los hombres de la verdad. Algunos de nosotros fuimos alguna vez, no pretenciosos de la verdad sino hombres de la verdad, la juventud es eso, el revolucionario estuvo alguna vez en cualquiera de nosotros. Se trata entonces de situar la geometría de ese entusiasmo con su centro de aspiración del deseo. Lo “puro” no es mas que un centro de gravedad que hace que alguien  tome posición de un punto de mira. Ese alguien  se vuelca a la política del deseo, deja su patema del lado, su síntoma sostenido por un fantasma que la ficción despertó,  y logra este punto de mira que es su propio decir.-

(*) –Escrito  a partir de una intervención del XVI Coloquio de Módulos de investigación titulado “La política del psicoanálisis en su centenario”, organizado por la Asociación de Psicoanálisis de La Plata, 17 de diciembre de 2010.- Desgrabación: Sebastián Ferrante

Notas


[1] Aristóteles: Poética. Capitulo VI .Ed. Colihue, Bs.As. 2004. Pág. 43-44.Traducción y notas Eduardo Sinnot . y Aristóteles. Poética. Cap VI. Ed. Aguilar, Madrid, 1982. Pág.1118. Traducción y Estudio preliminar de F.Samaranch. (comparar) 

[2] Aristóteles: Política. Libro VIII.cap.Vii. Obras completas. Ed.Aguilar.

[3] Lacan, J.: El Seminario Libro VII.La etica del psicoanalisis. “La escencia de la tragedia”. EL brillo de Antígona.Pág 296. Ed.Paidos,1988.-

[4] Bodei, Remo: Geometría de las pasionesMiedo, esperanza, felicidad: filosofía y uso político. Ed FCE, México, 1995.-

[5] Regnault, Francois: La catarsis segun Lacan. El deseo visible -Conferencia en la E.N.S., 2010.Video en: http://www.diffusion.ens.fr/video_inc.php?video=2010_06_05_regnault.mov

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