Carolina Sanguinetti
El miércoles 31 de julio se llevó a cabo la presentación del segundo tramo del seminario anual “Arreglos y desarreglos frente al malvivir” a cargo de Fátima Alemán, Patricia Iribarren y quien escribe. Se introdujeron los términos que se van a ir desarrollando en lo que queda del año: Arreglos frente al malestar vía la sublimación, el fantasma y el sinthome.
En la clase siguiente, a mi cargo y con comentarios de Gabriela Terré, continuamos abordando la noción de sublimación desde la perspectiva lacaniana a la altura del Seminario 7. La clase se ordenó a partir de una premisa construida a los fines de ir desandando sobre la misma: Toda pulsión es sublimatoria pero no todo en ella es sublimable. Afirmación que orienta para situar términos importantes respecto de la sublimación: pulsión, transformación y limite.
Se tomaron una serie de “textuales” de Freud y de Lacan con el objetivo de desprender de los mismos la diferencia en las teorizaciones en Freud, antes y después de la pulsión de muerte; y verificar el esfuerzo de Lacan en preservar el enfoque de Freud sobre la sublimación, no sin situar lo problemático del concepto para el psicoanálisis.
Leyendo la sublimación en Freud, a los saltos.
A los fines de la reseñasolo se mencionan las citas elegidas: Introducción al psicoanálisis. Conf. IV (1910), Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1912), 32° Conferencia (1932) y especialmente la 22° Conferencia (1917) transcripta por Lacan en el Seminario 7 (pág.) donde subraya la plasticidad de las pulsiones sexuales.En dicha conferencia Freud se ocupa de situar a la fijación en tanto factor orgánico como un aspecto destacado en la etiología de la neurosis. Asimismo, resulta interesante esta cita porque Lacan lee en ella un guiño de Freud al surrealismo de Bretón y su obra literaria Los vasos comunicantes.
Extraemos de las citas mencionadas: La plasticidad de la pulsión y su límite (fijación). La posibilidad de una satisfacción sin represión pero que además debe tener aprobación colectiva. Ello conduciría a la idea de una conciliación fácil entre el individuo y lo colectivo, derivando en la idea de un “feliz término” y un “equilibrio normativo con el mundo”. Sin embargo, también está la advertencia freudiana sobre los riesgos de sublimar “rebasando” lo que la economía psíquica permite para cada uno.
Luego de la segunda tópica, Freud ratifica eso que ya supo desde el Proyecto con la conceptualización de la mítica vivencia de satisfacción; que la relación del hombre con la satisfacción es conflictiva y que para seguir el camino de su placer se debe contornear el das Ding, la Cosa, objeto irremediablemente perdido, sin representación.
Lectura lacaniana.
Lacan para leer la sublimación freudiana necesita introducir la Cosa. La sublimación entra en vínculo directo con la pulsión, pulsión en tanto deriva, como propone llamarla. Retoma el planteo freudiano de sustitución para definir el mecanismo de sublimierung, sustitución que involucra a la meta y al objeto de la pulsión. No se trata de una transformación vía retorno de lo reprimido, la libido llega a encontrar su satisfacción en objetos socialmente valorados, objetos de utilidad publica. La operación que hace Lacan es leer la satisfacción sublimatoria como correlativa a la plasticidad de la pulsión, pero también a la fijación que persiste; la perseverancia de la pulsión.
Lacan respecto del recorrido libidinal elige destacar dos términos freudianos correlativos: Fixierbarkeit (fijación) – “cuyo registro de explicación es todo lo que es inexplicable”. Allí reside lo importante para la conceptualización del goce. Y el otro término es Hafbarkeit (perseverancia) que resuena a “responsabilidad, compromiso”, y de eso se trata – expresa Lacan – respecto “nuestra historia colectiva de analistas”. Punto crucial a partir del cual Lacan problematiza las múltiples desviaciones post-freudianas.
¿Qué cosa es la Cosa freudiana – das Ding?
El das Ding es el objeto que Freud recorta en el Proyecto y en la Carta 52, resto no subjetivable que queda como huella de una primera y mítica vivencia de satisfacción constitutiva del aparato psíquico. El vacío de la representación – el hecho de que la cosa siempre está destinada a ser una no-Cosa – es la condición de la sublimación.
La fórmula fundamental de la sublimación a esta altura es: Elevación del objeto a la dignidad de la Cosa. En la sublimación artística el objeto de arte deviene un objeto imaginario que se coloca – por la vía de la elevación simbólica – en el lugar vacío de lo real de la Cosa. La elevación (transformación) de un objeto en una cosa, no implica que esa cosa sea la cosa, la Cosa está velada.
La operación sublimatoria es un ejemplo del recorrido mismo de la pulsión alrededor del vacío de la Cosa, en el que se satisface. Por eso, la sublimación queda ligada a las capacidades plásticas de la pulsión, a su posibilidad de satisfacerse al bordear el vacío de un objeto que Freud define como contingente y no necesario. La satisfacción sublimatoria se encuentra en el recorrido, supone una satisfacción sin represión. La plasticidad de la pulsión da cuenta de una posibilidad pulsional, no de una neutralización de la pulsión o una desexualización. Por un lado, hay una disyunción entre síntoma y sublimación referido a la represión. Pero está también la fijación pulsional como condición de persistencia del síntoma, y eso es un límite presente a las posibilidades de la sublimación. Lacan lo remarca al decir que no todo de la exigencia de satisfacción puede ser sublimado. Que la sublimación logre desviar a la pulsión está en relación con el destino último de la pulsión en tanto parcial, que es la imposibilidad de su satisfacción definitiva.
¿Sirve la sublimación?
La sublimación no es un destino que nos salve de otros. No se trata de sublimación o neurosis, por ejemplo. Más bien sería uno de los modos de vivir la pulsión (parcial) – a verificarse por los efectos de creación. Por otro lado, la pregunta que antecede este apartado no debe confundirse con ¿Para qué nos sirven los artistas? (*) Respecto de Lacan y el arte Enrique Acuña ubicaba que es con el arte que Lacan aprende sobre un real no interpretable.
Lacan descree de la sublimación en el marco de la experiencia analítica, lo cual solo podría conducir a una experiencia moralizante, pero se sirve de la sublimación artística para dar cuenta del campo del sujeto en relación con el das Ding. Por ello, la sublimación como destino pulsional se diferencia de lo sublimado, como producto; el objeto – que no es lo sublime en tanto ideal -. Ese en torno a lo sublimado que quizás se toquen arte/psicoanálisis. En la medida en que en ambos casos se trata de un procedimiento de hacer algo con el resto sin representación.
La clase finalizó con el comentario de Gabriela Terré, deteniéndose en el Amor cortés como uno de los paradigmas de la sublimación artística, articulado a un trabajo de Enrique Acuña y otro de Fátima Alemán acerca del catarismo (**), lo cual invitó a la participación del público presente.
Reseña de la clase del 14 de agosto,
Seminario anual “Arreglos y desarreglos frente al malvivir”. Parte II
Notas:(*) Para ejemplificar acerca de este tema se mencionó la muestra “Cuando el arte se encuentra con el psicoanálisis” Centro Cultural Pompidou-Metz, año 23/24; y la obra del artista argentino Jorge Macci respecto del tratamiento del lleno/vacío.
(**) Acuña, Enrique. El muro entre cátaros y preciosas, en:Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas. Edulp, 2009 – Alemán, Fátima. El amor cortés y el catarismo. Un breve paseo por las referencias. Inédito. Presentado en:V Jornadas de Carteles y GEM de la EOL – junio de 1997.