Ética del fantasma en la clínica lacaniana

Fernando de la Fuente

En el marco del seminario de investigación “Arreglos y desarreglos frente al mal vivir”, el 16 de octubre avanzamos a la tercera clase sobre el fantasma, dada por quien suscribe en esta oportunidad, haciendo eje esta vez sobre la cuestión ética del fantasma, aspecto bajo el cual se presenta en la experiencia psicoanalítica desde S. Freud.

En julio de 1980, en el encuentro de Caracas, con la presencia de J. Lacan, irrumpe J. A. Miller con un texto que hizo historia, con consecuencias epistémicas, clínicas y políticas en el psicoanálisis de orientación lacaniana: “Cláusulas de clausura de la experiencia analítica. A favor del pase o dialéctica del síntoma y fijeza del fantasma”; luego se publicó parcialmente bajo el título de “Otro Lacan” en Del síntoma al fantasma. Y retorno, –curso de 1982-, y recientemente en Cómo terminan los análisis, libro editado en 2022, ambos de J. A. Miller, (este último ratifica la actualidad del fantasma en la clínica, al menos para él).

En “Otro Lacan” se plantea que en todo análisis lacaniano se consideran dos dimensiones de goce, síntoma y fantasma, dos dimensiones clínicas, y dos clínicas: la terapéutica del síntoma y la ética del fantasma. En esos años ochenta J. A. Miller lanzaba su consigna “No hay clínica sin ética”, planteando la diferencia del psicoanálisis lacaniano –clínica terapéutica pero también ética- respecto del otro psicoanálisis, el de la IPA, que es sólo una terapéutica.

Estas dos formas de “satisfacción paradójica”, (tal como lo llamó Freud para diferenciarlas del placer, y que Lacan llamará “goce” -y primeramente “afecto primario”-) se diferencian del placer porque éste es la descarga de una tensión que había generado un displacer, mientras que la satisfacción/goce se obtiene mediante sufrimiento en el síntoma o dolor en el fantasma, y esta conexión entre el malestar y la satisfacción es lo paradójico.

¿Qué es el fantasma y que lo diferencia del síntoma para que sean clínicas distintas? Siempre hay que volver a la fuente; como vimos en las dos clases anteriores Freud va elaborando la relación de la fantasía en la vida adulta como sustitución del juego en la infancia, en la cual se articula un deseo, etc., (los remito a buscar las reseñas de las dos clases anteriores en la publicación de la APLP: Microscopía); ubica tempranamente la fantasía como premisa/antecedente de los síntomas, como estadios previos de los síntomas neuróticos, nexo causal argumentado ya en “Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad”, en 1907.

En el contexto de dos observaciones que refutaban su neurótica, (el síndrome post traumático de guerra y la reacción terapéutica negativa –no se querían curar-) en las que lo que se repetía era opuesto a la obtención de placer, escribe: “Pegan a un niño, aportes a la génesis de la perversión infantil”, (1919). En él se da cuenta de unos 7 casos de niñas y niños en los que una fantasía de flagelación es acompañada de una excitación, y que en muchos casos lleva a la masturbación. Esta fantasía de flagelación, sádica y consciente, se expresa en una frase neutra e impersonal: “pegan a un niño”; Freud indaga y obtiene una transformación gramatical, menos neutra: “Mi padre pega a un niño…que yo odio. No sé más”, o alguna variación similar, también sádica y consciente. Y aquí Freud dice que “de modo indubitable”, (lo que hace sospechar su vacilación), entre estos dos tiempos, entre estas dos expresiones gramaticales, hay un tiempo intermedio constituido por una fantasía inconsciente de carácter masoquista y personal: “soy pegado por mi padre”, (frase que en alemán lleva un gerundio, o sea que “está siendo”); este segundo tiempo encierra la verdadera causa de la conexión entre un dolor, (algo que sucede en el cuerpo, el golpe), y la satisfacción; además es una relación con otro que es a la vez autoridad; es una  fantasía en cuyo nudo se junta el amor al padre, el deseo de ser amado por el padre, el castigo por dicho deseo, la constatación de tener el amor del padre que la paliza expresa, la excitación y la satisfacción paradójica concomitante, plantea Freud; está pensándolo en relación al momento que para él es constitutivo, el Complejo de Edipo, como respuesta. El niño, que era inicialmente “perverso polimorfo”, será a partir de esta fijación “perverso monomorfo”. Esta fantasía inconsciente, personal y masoquista, esta fijación que sujeta, es trans-clínica ya que se da en distintas estructuras en los casos observados, y no podría usarse para diagnosticar, a diferencia del síntoma.

Estamos en el giro del ´20 en Freud; escribe “Más allá del principio del placer”, en donde replantea su binario pulsional, que pasa de pulsiones de conservación y pulsiones sexuales a pulsiones de vida y pulsiones de muerte; vincula la fijación fantasmática inconsciente con la pulsión de muerte y la repetición, lo que explicaría la reacción terapéutica negativa y el síndrome post traumático de guerra. Le sigue una nueva elaboración con “El yo y el ello”, en la que, trabaja la noción de superyó como heredero del Complejo de Edipo, emparentado con el fantasma; O. Masotta en el capítulo “valores estéticos/valores éticos”, del libro Lecturas de psicoanálisis  Freud-Lacan, dice que el superyó es una identificación imaginaria (cómo quiero verme) más una identificación simbólica (cómo quiero que me vean), más una ética, o sea un principio para la acción: “actúa de tal manera que no haya pérdida narcisista”; porque hay que decir que el fantasma es un rechazo a la castración, es una respuesta a la pregunta, ya lo veremos, por el deseo del Otro. J. A. Miller dirá: “El $ no sabe lo que desea; el fantasma es una respuesta sobre lo que él desea, es un papel indicador: esto es lo que deseas, he aquí como gozar; de este modo el fantasma oculta la división del $ y que no sabe qué desea”.

Marcela Reichert comentó la exposición del recorrido freudiano a partir de la influencia de Sabina Spielrain en la obra de Freud en ese período. Sabina fue inicialmente paciente de Carl Jung, análisis que derivó en una relación de amantes que trascendió los límites del consultorio y fue un escándalo preocupante para esta práctica nueva que era el psicoanálisis. Esta situación motivó en parte la investigación de Freud sobre la transferencia. Sabina le pide a Jung que se separe de su esposa y frente a su negativa ella viaja a Viena a entrevistarse con Freud; este supo de los antecedentes clínicos y síntomas que presentó Sabina cuando se analizó con Jung, entre los que constan episodios en los que su padre les pegaba a ella y sus hermanos, circunstancia en la que le sobrevenía una excitación, que muchas veces desembocaba en una masturbación “mal disimulada”, situación que resuena en “Pegan a un niño…” Fue discípula de Breuer en su formación médica psicoanalítica; escribió algunos ensayos teóricos que interesaron a Freud, por lo que la invitó a exponerlos en la reunión de los miércoles, entre ellos “La destrucción como causa del devenir”; allí puede leerse una anticipación de “Más allá del principio del placer”, texto en el que Freud cambia el binario pulsional de pulsiones de conservación y pulsiones sexuales por el de pulsiones de vida y pulsiones de muerte, relacionando esta última con la repetición de la fijación. En este texto, en un pie de página, hay un agradecimiento al aporte de Sabina Spielrain, nos comenta Marcela.

Freud asocia esta instancia de fijación, (respuesta al complejo de Edipo que anuda deseo, satisfacción /goce, $ y Otro), a la represión primaria y el masoquismo originario, por lo que este fantasma sólo se puede construir, y no interpretar como sí se puede en las formaciones del inconsciente, que tienen una estructura discreta (síntoma, sueño, lapsus y chiste), ligadas a la represión secundaria y al retorno de lo reprimido. Esto se encuentra elaborado también en un texto tardío, “Construcciones en análisis”, de 1937, por lo que queda construcción del fantasma versus interpretación del síntoma.

Lacan en 1958 escribirá la fórmula del fantasma como la unión de lo simbólico y lo imaginario según el esquema llamado L o Z; figura ese cruce entre a-a’ (eje imaginario) y $-A (eje simbólico), usando el concepto que después llamará amboceptor, mediante el losange o rombo que es reversible pero no reciproco, y que quiere decir “deseo de”; es un matema que escribe: $<>a y que implica $ deseo de a, o a deseo de $. Aun será imaginario para Lacan, y en el grafo del deseo lo ubica como respuesta al deseo.

A la altura del seminario 7, La ética, comienza un giro en Lacan, ya que observa que lo simbólico no satura todo lo que hay de real en el sujeto. Allí trabaja un concepto que aún no será operativo, el das ding, la cosa, un tipo particular de objeto que toma de Heidegger. Es en el seminario 10, La angustia (que “tiene la misma estructura que el fantasma” nos dice en su primera página), donde el a de la fórmula del fantasma se transforma en pequeño objeto a, un objeto a-sexuado nos dice, inasimilable por lo simbólico ni por lo imaginario, objeto parcial que sólo se puede captar por sus formas: objeto oral, sádico anal, y los que allí agrega, escópico (la mirada) e invocante (la voz). Este nuevo período, posterior a la primacía de lo simbólico, es llamado no por pocos “Clínica del fantasma” para diferenciarlo de lo que fue la “clínica del síntoma”. (Luego les sucederá “la clínica del sinthome”).

Contemporáneo a este seminario 10 escribe “Kant con Sade” donde trabaja, a partir del concepto de estas dos éticas opuestas, ley y deseo (en la que cada una es la verdad de la otra), toda ética divide al sujeto entre ley y deseo, y la elección de un plano significa la muerte en el otro plano, las dos muertes; si cumplir con la ley me va a impedir el deseo, ¿para qué vivir?  Y viceversa.  El análisis exhaustivo de este texto excede al presente comentario.

Podemos decir que el fantasma de Lacan entonces va más allá del de Freud, diferenciando el registro imaginario del fantasma, fantasías conscientes con las que alguien se puede incluso masturbar, selva fantasmática; también está el registro simbólico del fantasma, una frase susceptible de modificaciones gramaticales, que contiene identificaciones y un deseo inconsciente que angustia; y el registro real, el “fantasma fundamental” en Lacan, que apunta a la repetición, representado por el $<>a. Es un axioma, premisa de todos los síntomas y todas las actividades del sujeto, un punzón, se dice que es un acordeón en tanto determina desde las elecciones de toda índole hasta la ideología, es nuestra forma de ser en el mundo, un sello de estilo, pero no condensa, como el síntoma, en una estructura discreta. No hay sujeto sino del fantasma dirá Lacan. En esta perspectiva el paciente se presenta en análisis eventualmente como una víctima inocente, básicamente dice “lo que me hacen”; en el avance del análisis dirá “Lo que me hago hacer”, haciéndose responsable de sus actos e implicándose en lo que le pasa: irá de “las mujeres que me tocan…”; a “las mujeres que yo elijo” (ejemplo de German García).

Esta clínica implicó consecuencias en la práctica: el deseo del analista como función (generando en el analizante el “¿che vuoi?”, “¿Qué me quieres?”, que Lacan trabaja en relación a la enunciación y al ser de existencia del $ y no al ser del significante o atributivo), y la posición de objeto a como agente (igual que en el sádico o masoquista, pero a diferencia de ellos, que violan el pudor del sujeto o su moral, dividiéndolo, esta operación se producirá en el análisis por vía del deseo del analista). Así mismo le permitirá a Lacan pensar un fin de análisis por vía del atravesamiento del fantasma, que implica la destitución del Otro como saber, y que supone la máxima distancia entre el objeto a y el ideal. También anima en Lacan la fundación de una escuela que pudiera nominar en función de un testimonio de ese atravesamiento del fantasma, que denominó “la proposición del pase”. A su vez podemos rastrear un cambio en el tipo de interpretación, que estará más ligada, una vez establecida la transferencia, al corte, (evitando la deriva infinita de la interpretación de la interpretación, porque el inconsciente ya interpreta); el corte está planteado como la sustracción de S2 para que no haga cadena significante, y entonces vaya al significado; esta vía se nombra como la de la perplejidad en Entonces Shh, (J.A. Miller), vía que divide al fantasma del sujeto. Después del seminario 20 de Lacan hay que ver que queda y que cambia con la nueva definición de síntoma, de sujeto y de inconsciente, en lo que puede nombrarse como clínica del sinthome.

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